Eran las 11:30 de la mañana del 29 de
mayo de 1953 cuando un apicultor neozelandés de 34 años, Edmund Hillary, y un
experimentado montañero nepalí, el sherpa Tenzing Norgay, consiguen ascender
los 8.848 metros de la montaña más alta del mundo. Era la primera vez que dos
seres humanos conseguían alcanzar el límite donde finaliza la Tierra y comienza
el Universo.
Como el propio Hillary explicara poco
después, al alcanzar la cumbre sintió una enorme sensación de alivio porque la
ascensión por fin había concluido y, por supuesto, ambos hombres dejaron
escapar parte de la gran alegría que sintieron al hallarse en el punto más alto
al que puede subir un ser humano sin abandonar la Tierra… Pero donde todos
esperaban que, en ese instante supremo de gloria en la cima del mundo, el
apicultor neozelandés hubiera pronunciado alguna frase para la inmortalidad o
una descripción rigurosa de la hazaña que acababa de conseguir para la
historia, tan sólo dijo: “¿Has visto
George? Hemos derrotado a este bastardo”…
Quizás con aquella frase Edmund Percival
Hillary aglutinara el cansancio, las dudas, el miedo y también la alegría por
haber conseguido coronar la cima más alta del planeta, pero llama la atención
que esa primera frase en la cumbre del Everest no fuera dirigida a su fiel
compañero de ascensión, el sherpa Tenzing Norgay, sino que aquellas palabras
lanzadas al viento iban dirigidas al recuerdo de George Mallory, el célebre
alpinista inglés que, junto a su compañero Andrew Irvine, desaparecieron en
1924 camino de la cumbre y de los que, aunque todo parece indicar que no lo
consiguieron, aún no se tiene la certeza absoluta de que no llegaran a pisar la
cima.
Con aquella gran aventura Hillary y
Norgay se convirtieron en héroes salvando el orgullo del, entonces ya decadente,
imperio británico consiguiendo el último gran reto geográfico y de la
exploración que quedaba por alcanzar.
Han pasado sesenta años y, aunque las
cosas han cambiado mucho en el Everest hasta el punto de ser aborrecido por
muchos, todavía sigue siendo la cima más anhelada por todos los montañeros y
aventureros del mundo. Después de Hillary y Norgay más de 6.000 ascensiones han
sido registradas hasta el momento y unas 250 personas han perdido la vida
quedándose para siempre por las rutas de ascensión que serpentean por las
laderas del Chomolungma, que en
tibetano significa Diosa Madre, o del
Sagarmatha, que en nepalí significa Techo del Mundo.
Muchos son de la opinión que, a día de
hoy, el Everest se ha convertido en un “circo” y puede que los grandes
montañeros prefieran intentar otras montañas menos concurridas. Lejos del
romanticismo y, en muchos casos, la grandeza que requiere la hazaña, hoy en día
se puede ascender hasta la cumbre más alta del planeta contratando los
servicios de una agencia en una expedición comercial. Esto ha contribuido a que
el Everest sea capaz de atraer hasta su campamento base a todo tipo de
montañeros, de lo mejor y también de lo peor. Gentes de toda condición y
culturas, llegadas de cualquier parte del mundo, dispuestas a poner a prueba su
supervivencia por un sueño que, son conscientes, podría terminar en pesadilla.
El premio, ni más ni menos que saciar las ansias de libertad contemplado el
mundo a sus pies.
Ángel Alonso
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