Ningún entorno suscita en el
hombre civilizado un sentimiento tan claro de inadecuación y soledad como la
selva pluvial cerrada… Para los exploradores del siglo XIX era un “infierno
verde”, el entorno hostil por excelencia, mucho más temible que el desierto,
donde el hombre es tan sólo un mero inadaptado biológico.
La selva es un lugar difícil para los llegados de fuera, con su clima opresivo, la abundancia y agresividad de los insectos y el elevado grado de humedad, que ni tan siquiera permite encender fuego.
La vida es húmeda en la selva: la
ropa se empapa, las heridas no cicatrizan… La sudoración es abundante, pero la
ausencia de evaporación mantiene la temperatura corporal constantemente elevada.
En la selva se bebe mucho más que en el desierto. Pero todos los peligros y
dificultades de supervivencia no bastan para explicar ese síndrome de entorno hostil que aflora en los diarios de los
viajeros que deciden adentrarse en la jungla. El problema es también
psicológico…
Aquellos que llegamos de fuera
estamos habituados a ambientes abiertos o semiabiertos, lo cual conlleva una
visión amplia del territorio. En cambio, la selva requiere una lectura fina,
pues es preciso reconocer cada variedad de árbol y distinguir entre fondo y
figura.
Los espacios abiertos son mucho
más tranquilizadores que el mundo cerrado de la selva donde la visibilidad tan
sólo alcanza a escasos metros… La jungla carece de horizonte y parece uniforme,
sin espesor, al tiempo que los sentidos se ven abrumados por una cantidad de
estímulos inabarcable. Todas las cosas se interpretan como amenazas, el entorno
asusta y puede llegar a convertirse en enemigo.
Sin embargo para los habitantes
de la selva, ya sean indios amazónicos o pigmeos, el problema es exactamente el
inverso… Cuando alguno de ellos ha sido trasladado fuera de la selva a algún
espacio abierto, descubren lo que para ellos es el mundo sin árboles, la tierra
sucia y seca que se extiende más allá del marco protector de la selva… En
definitiva los habitantes de la espesura, cuando salen de ella, también
encuentran un entorno inconcebible y tremendamente hostil…
Ángel Alonso
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