Que el clima está cambiando de forma
acelerada es algo que actualmente ya todo el mundo sabe...
A lo largo de los años he podido comprobar,
gracias a mis viajes, como se están derritiendo los glaciares en Groenlandia o
como ha disminuido el grosor de la capa de hielo marino en las regiones
árticas… Mirando a otra parte de la geografía mundial, también he podido
experimentar como aumenta la desertización en África y cómo las alteraciones en
la estación de lluvias están afectando a la vida de los animales salvajes del
África Oriental…
Estamos inmersos en un cambio climático que
comenzó hace doce millones de años y que por la acción del hombre, hemos
conseguido que el proceso aumente su velocidad en los últimos dos mil años, de
los cuales el pasado siglo se ha mostrado como definitivo. Todo parece nuevo
pero sin embargo no lo es. Hace ya unos quince años tuve el privilegio de
conocer a uno de los últimos grandes de la exploración, al antropólogo,
geógrafo y biólogo, el noruego Thor Heyerdahl, cuyo fallecimiento se produjo en
abril de 2002… Pues bien, ya por entonces mi siempre admirado científico y
aventurero, me habló como en 1969 y 1970 la comunidad científica se había
percatado del aumento del nivel de los océanos y cómo entre 1977 y 1978 se tuvo
conciencia, por primera vez en la historia, del cambio de los monzones.
Fue en 1978 cuando los pescadores de la
India, del Golfo Pérsico y de África, se dieron cuenta por primera vez que el
Monzón ya no funcionaba igual que lo había hecho durante miles o, tal vez,
millones de años. Ya por entonces, hace tres decenios, ya se hablaba del famoso
problema del agujero de ozono y del aumento de la desertificación. El hombre
estaba consiguiendo lo que parecía imposible: cambiar los vientos y, con ellos,
las corrientes oceánicas y el clima global del planeta.
Los océanos son el origen de la vida y, al
mismo tiempo y a pesar de ocupar las tres cuartas partes de la superficie
terrestre, continúan siendo muy poco conocidos. Pero lo que sí se empieza
tristemente a comprobar son las complejas interacciones de los mares con la
atmósfera y las masas continentales, y también se comienza a averiguar la
relación de los océanos con los organismos vivos y sus increíbles procesos
químicos.
Hoy día ya sabemos que una pequeña alteración
en el régimen de la corriente de Humboldt, en Perú, puede retrasar o adelantar
las lluvias monzónicas al otro extremo del mundo y, por desgracia, ya también
sabemos que la actividad industrial y económica ha contaminado, calentado y,
por tanto, está alterando los flujos oceánicos, lo que equivale a acelerar
artificialmente un proceso irreversible de cambio climático para el que aún no
sabemos si estamos preparados para sobrevivir.
Debemos de tomar conciencia de que este
planeta no es nuestro en propiedad, sino que en él tan sólo estamos de paso y
que tenemos la obligación, no sólo de dejarlo igual que nos lo encontramos,
sino que debemos esforzarnos por mejorarlo para los verdaderos propietarios que
no son otros que las generaciones futuras… Es lo menos que debemos de hacer por
disfrutar del privilegio de vivir una temporada en el lugar más bello del
Universo.
Ángel
Alonso
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