“Hay un proverbio chino que dice: No desprecies a la culebra por no
tener cuernos, quizás se reencarne en dragón; también un hombre puede ser todo
un ejército…”
Así comenzaba, los sábados por la tarde, cada uno de los veintiséis capítulos
de una de las series de mi adolescencia.
En lugar de ocuparse de las cosas de la
gente y mejorar su nivel de vida, el malvado Kao Chiu se rodeó de una
ambiciosa camarilla de la peor condición y, juntos, se dedicaron a asfixiar al
pueblo con impuestos, a expropiar a los legítimos dueños de aquello que les
demandase su avaricia, a confiscar los productos y los bienes de primera
necesidad para después distribuirlos discriminadamente, como prebenda, a
aquellos dóciles que aceptaban el nuevo régimen y les servían bien, mientras se
encarcelaba y esclavizaba a los díscolos.
Al amparo legítimo que les daba el Poder
Imperial, el malvado Kao Chiu y sus secuaces, hacían y deshacían a
su antojo, “retorciendo” las leyes existentes, suprimiendo aquellas que no les
gustaban e inventando otras nuevas que les ayudasen a alcanzar sus oscuros
fines… Mientras gran parte de los súbditos se sumían en la miseria y el hambre,
el malvado Kao Chiu se hacía con el control total de la Administración
Imperial, como si de un botín se tratase, poniendo en puestos relevantes a
miembros de su banda, en muchos casos seleccionados no por su talento y
capacidad, sino por su culto y adhesión, siempre interesados, al intrigante,
mentiroso y cruel Favorito del Emperador…
Para perpetuarse en el poder, el
malvado Kao Chiu y sus secuaces, urdían toda clase de pactos imposibles con
los enemigos del Imperio Celestial, a los que concedía todo lo que le
pedían, sin reparar en costes y sacrificios para el pueblo que, también hay que
decirlo, sufría de grandes desigualdades en función de en qué región vivían o
hubiesen nacido… Cualquier cosa, por inmoral o injusta que fuese, era válida
para mantenerse y alimentar su ambición por el poder.
A pesar de tanta adversidad, la población
se mantenía leal al Imperio Celestial y a su Emperador, del que advertían
su poca presencia y escasa relevancia en las labores de Estado… En realidad el
pueblo ya estaba hartándose de la omnipresencia del malvado Kao Chiu, de
la creciente presión fiscal y de la continua pérdida de libertades… En
realidad, con el desconocimiento del pueblo, el Jefe del Imperio Celestial
se hallaba recluido en una especie de confinamiento porque, lo que el felón Favorito
del Emperador ansiaba con toda su alma (si la tuviese), era reemplazarlo e
instaurar un sistema dictatorial, sin libertades ni derechos y en donde tan
sólo los allegados al régimen gozarían de privilegios, mientras que el resto de
la población viviría oprimida, igualada en la miseria y sin esperanza…
Y entonces ocurrió… Amparado en la impunidad
que a sí mismo se concedía en todas sus acciones y sin calibrar las
consecuencias (por la amoralidad del personaje y su profundo desprecio a las
tradiciones y las creencias milenarias), el malvado Kao Chiu, henchido
de soberbia y ebrio de poder, “profanó el secreto de la montaña sagrada, en
la que moraban espíritus malignos y héroes milenarios…” Aquella acción con
la que, sin duda, buscaba humillar, crispar y dividir, fue el desencadenante
para que, primero el valiente Lin Chung, capitán de la Guardia Imperial,
y con él otros 107, todos ellos “última reencarnación de los espíritus de
grandes héroes”, se fuesen enfadando, a lo largo de la serie y capítulo
tras capítulo, con el malvado Kao Chiu y sus cosas…
Al final de cada capítulo, todos esos nuevos
héroes que iban surgiendo, se marchaban a la frontera azul del río Lian Shan
Po, una especie de reducto de libertad en donde se iban reuniendo y, una
vez se hubieron juntado los 108, por decirlo con un eufemismo, “obligaron a
dimitir” al malvado Kao Chiu y sus secuaces.
Ni que decir tiene que el Emperador
terminó el confinamiento y todos volvieron a trabajar, a vivir con tranquilidad
y a disfrutar de la libertad. Se restablecieron los impuestos justos y se restituyó
la independencia a las instituciones que la habían perdido al ser usurpadas…
Pero eso sí, todos aprendieron la lección… Nunca más se dejarían encandilar por
charlatanes, producto del márquetin y sin la suficiente formación para dirigir
los designios del Imperio Celestial.
Para evitar futuros sobresaltos, tanto los
ciudadanos, como la instituciones, y el propio Jefe del Imperio,
coincidieron en que jamás volverían a consentir que un mentiroso, intrigante,
inepto y amoral Favorito del Emperador volviera a gobernarles. La receta
para ello, formarse y dejar atrás la ignorancia para que nadie les volviese a
engañar… Se lo debían a ellos mismos y a los grandes héroes que, en su última
reencarnación, encontraron la fortaleza para acabar con la tiranía, en la
Frontera Azul del Río Lian Shan Po.
Ángel
Alonso
Dedicado a los grandes héroes
cotidianos que se resisten a la tiranía de los Kao Chiu de turno.
¿Se tienen datos de si Kao Chiu salía a la palestra una vez por semana para machacar a los súbditos con discursos aburridos, vacíos de contenido y extensísimos? Saludos.
ResponderEliminarEn casa he oído mucho decir Lian Shang Po como significado de lejos. En el Liang Shang Po.
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