Vaya por delante que siempre he admirado a
todo aquel que ha conseguido escribir un libro… Bien es verdad que, a algunos,
después de leer su libro les he tenido que retirar esa precipitada admiración… Confieso
que la mera contemplación del trabajo solitario del escritor, materializado en
una atractiva pila de ejemplares recién distribuidos por la editorial, lista
para ser vendida a los impacientes lectores, tras ser dedicada y firmada por el
autor, últimamente es para mí una imagen tremendamente sugerente que, sin duda,
esconde el anhelo, nada subconsciente, de verme alguna vez como protagonista de
la misma escena.
Reconozco que mi inquietud por escribir
una novela es cada vez mayor, al tiempo que también crece el número de los que
opinan que “¿qué necesidad hay?” o
los que dicen “¿qué culpa tienen los
árboles del Amazonas?” Me pregunto qué fue lo que movió a los grandes, y no
tan grandes, escritores a escribir su primer libro. Supongo que cada uno
tendría sus causas y razones, como también diversa fue la temática de cada uno.
Creo que, en mi caso, el deseo de escribir mi primera novela nace de la
necesidad de contar una apasionante historia, surgida del registro de la
imaginación, guarnecida con el bagaje personal de la experiencia, aderezada con
el aliño del corazón y servida con ese punto de condimentación que solo es
capaz de dar el espíritu…
Visto así podría parecer que mi anhelo es
escribir un libro de cocina o, quizás, una novela ambientada en Máster Chef. Ambas cosas estarían muy
bien, pero quizás lo tendría en cuenta para cuando ya llevase escritos varios
libros… Lo que a mí me gustaría para mi primer relato, es construir una
historia cargada de humanidad y superación, de grandes y pequeñas cosas, de triunfos
y fracasos, de transformar a hombres humildes en grandes personajes y a los
grandes personajes hacer ver que no lo son tanto… Con mi primera novela
quisiera viajar a lugares maravillosos y, también, a otros, no tan atractivos,
que contrasten y realcen a los que sí lo son… También sería bueno que tuviese
una buena dosis de intriga, sorpresa y aventura… Mucha aventura… Lo cual, sin
talento, no nos libraría de fabricar un
coñazo…
Quizás la necesidad de escribir una novela
me viene por el deseo de embarcarme en una gran aventura imaginaria, al margen
de la realidad cotidiana, rodeado de los personajes que sea capaz de crear,
yendo hacia un destino incierto, tras sortear un sinfín de peripecias. Lo mejor
es que, para vivir esta experiencia, no hacen falta billetes de avión, ni
solicitar visados, ni tampoco un importante desembolso económico… En realidad,
hoy en día, nos basta con un ordenador, una mesa y una silla, a ser posible
cómoda, todo ello convenientemente instalado en una habitación, más o menos tranquila…
Ya veremos…
Pero mientras continúo madurando el plan
para consumar mi amenaza literaria, como lector seguiré disfrutando de la gran
cantidad y variedad de obras de aquellos que ya han dado el paso, seguro, por
tener más talento que yo… Para recordárnoslo y acercarnos a los autores y su
obra, todos los años, el 23 de abril, coincidiendo con el aniversario de la
muerte, en 1616, de dos gigantes de la literatura universal, Cervantes y
Shakespeare, se celebra el Día Mundial
del Libro. Incluso la UNESCO designa cada año una Capital Mundial del Libro, habiendo elegido Atenas para 2018.
Sería un poco frívolo pensar que, en este
día tan señalado, la celebración se redujera a comprar y regalar libros, los
unos a los otros… Eso siempre está muy bien… Pero también el festejar
libertades humanas fundamentales, como podrían ser la libertad de expresión y
la libertad de publicar, todavía inexistentes en gran parte del mundo, son
razones de peso para celebrar cada 23 de abril, la fiesta del libro.
Y puestos a hablar de libros, no hay obra
más rica y extensa que la literatura española, cuya lengua constituye un
valiosísimo patrimonio cultural acumulado, que actualmente hablan por el mundo
más de quinientos millones de personas. Por eso, desde 1702 y también en honor
al más insigne representante de las letras españolas, Miguel de Cervantes, el
23 de abril además se celebra el Día
Mundial del Idioma Español, como homenaje a nuestra lengua.
No sé cómo será el transcurrir de mi
quimérica labor como futuro escritor, pero si ahora mismo tuviera que empezar a
escribir sobre algo, posiblemente comenzaría describiendo el maravilloso cielo
estrellado que solo se puede disfrutar, cuando se está en altura, en la
Cordillera del Himalaya… Como el de la foto tomada por mi amigo Luis Miguel
López Soriano, la pasada semana, a casi 7.000 metros, desde el exterior de su tienda, en las faldas del Dhaulagiri (8.172 metros), en Nepal…
Feliz Día…
Ángel
Alonso
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