domingo, 6 de octubre de 2013

Cuéntame…

Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en que no existían los videojuegos, ni había internet y ni tan siquiera en las casas se disponía de ordenadores domésticos. Por aquellos tiempos, con un poco de suerte, tan sólo se podían ver dos canales de televisión a determinadas horas del día y se esperaba con ilusión la llegada del circo a la ciudad.



Eran tiempos en los que los niños soñábamos con ser bomberos, policías, toreros o valientes soldados… Y las niñas… De las niñas sinceramente no me acuerdo.

En esa época jugábamos al fútbol por las calles y, de vez en cuando, nos embarcábamos en alguna excitante expedición hacia algún lugar remoto que, generalmente, no pasaba del barrio de al lado. Puede que, sin esperarlo, más de una tarde la pasábamos inmersos en alguna guerra india, bien como valientes soldados de caballería, expertos rastreadores o aguerridos apaches. Incluso construíamos fantásticos castillos, que defendíamos hasta el último hombre, y buscábamos bellas princesas que hicieran de nosotros sus caballeros andantes.

Resultan inolvidables las invasiones de marcianos que había que combatir con un variado arsenal de rayos láser y que, casi siempre, se resolvían con el cuerpo a cuerpo. Y también recuerdo las batallas de comandos en las que se producían tantas bajas que había que movilizar a todas las niñas del barrio para que se alistasen en el cuerpo de enfermeras.

A veces me pregunto, ¿qué será de aquellos camaradas con los que formábamos la mejor de las tripulaciones para navegar por los mares más embravecidos o viajar hacia las estrellas?… ¿Dónde estarán aquellos valientes exploradores con los que nunca hubiese dudado en internarme en la selva más profunda, alcanzar el Polo Sur o viajar a los lugares más remotos en busca de fantásticos tesoros?...

Posiblemente nunca volveré a ver a la mayoría de mis amigos de la infancia, ni tampoco sabré si alguno consiguió cumplir alguno de nuestros sueños de grupo. Sólo sé que recuerdo con especial cariño aquella infancia en la que, sin tener apenas nada, nos sentíamos inmensamente ricos.                                                                                                                                                                                                                                                                  Ángel Alonso


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