También conocido como Día Internacional de la Madre Tierra, desde 1970 se viene
celebrando cada 22 de abril con el objetivo de concienciar a personas y
Gobiernos, sobre la necesidad de proteger el planeta y sus seres vivos,
prestando especial atención a los efectos de la contaminación, la protección
del medio ambiente, la conservación de la biodiversidad, la escasez de agua
potable… Con la idea de sensibilizar y alertar sobre un aspecto concreto, cada
año las Naciones Unidas sacan un lema… El elegido para la edición de 2018 es: “Terminar con la contaminación de los
plásticos”.
Sin duda el problema de la gestión de los
residuos plásticos, heredado de finales del siglo pasado, es uno de los grandes
retos para la próxima década. Pero también hay muchas más dificultades que
habrá que superar si se quiere dejar un mundo habitable a sus verdaderos
propietarios, las generaciones futuras…
La situación es compleja. Climatológicamente
la Tierra se encuentra inmersa en un cambio que comenzó hace doce millones de
años pero que, por la acción del hombre, hemos conseguido que el proceso
aumente en velocidad en los últimos dos mil años. De ellos, el pasado siglo se
ha mostrado decisivo.
A estas alturas a nadie se le escapa que
la principal causa de la permanente agresión contra nuestro planeta deriva de
la superpoblación humana (unos 7.605 millones a día de ayer). Un exceso de
individuos que, hace ya tiempo, situó a los seres humanos en la condición de plaga planetaria, capaz de alterar
cualquier ecosistema e, incluso, acabar con los recursos y la biodiversidad de
toda la Tierra.
Dada la gravedad del problema, creo que ya
deberían quedar atrás los gestos simbólicos y las concentraciones de moñas, “con mechero y velita”, que, en
ocasiones, acaban contribuyendo a la “decoración” del paisaje con los restos de
un animado “botellón”. Pienso que ha llegado la hora en la que urge tomar
medidas a nivel global y dotar a los Gobiernos de planes de acción, a medio y
largo plazo, que permitan frenar y, si fuera posible, revertir el deterioro del
planeta. La solución requiere de la colaboración de todos los individuos y de
la participación coordinada del total de las Administraciones, aplicando
políticas reales y eficaces, más allá de la demagogia y de las buenas palabras.
Pero también es imprescindible la involucración de las familias, educadores y
de los medios de comunicación (quizás todo comienza por aprender a respetar, “no
tirar papeles al suelo”, conocer el entorno y denunciar los problemas
medioambientales).
En 1978 el Monzón dejó de funcionar tal y
cómo lo había hecho, tal vez, durante millones de años… Y, por eso, tampoco
creo que estemos en el tiempo de sorprendernos porque ahora “llueve poco o
llueve mucho”, pues hace ya varios decenios que sabemos de las complejas
interacciones de los mares con la atmósfera y las masas continentales… Y
también, hace cuatro decenios, ya se hablaba del problema del agujero de ozono
y del aumento de la desertización… Por consiguiente, no debería de cogernos
desprevenidos que cada año aumente la temperatura media del planeta y el
deshielo de los casquetes polares amenace con subir el nivel de los océanos,
alterando su régimen de corrientes…
Ya no es el momento de “poner el grito en
el cielo” porque en determinadas zonas de África sus habitantes estén acabando
con los árboles, sino de constatar el hecho, buscar la causa y, seguramente,
proporcionándoles otras fuentes de energía con las que poder cocinar sus
alimentos y calentarse por la noche, cuando hace frío… Tampoco es el tiempo de
ser transigentes con quien quema los montes o contamina los ríos
indiscriminadamente… No es época de ser indulgentes con el furtivo que mata por
motivos deportivos o económicos… Y ya no se debería de actuar con indiferencia
cuando un superpetrolero aprovecha para limpiar sus tanques, cuando transita
por determinadas zonas marítimas…
Concienciación y responsabilidad puede que
sean un buen comienzo, pero también son necesarios el compromiso y la
diligencia a la hora de aplicar las acciones que se determinen. Cualquier
iniciativa destinada a aumentar el respeto por la naturaleza y el medio
ambiente, y que contribuya a cambiar los malos hábitos, debe de celebrarse como
si se tratase de una nueva oportunidad para evitar el desastre…
Personalmente pienso que todavía estamos a
tiempo de mejorar las cosas… El primer paso es tomar conciencia de que nuestro tránsito
por este planeta es efímero y que debemos de esforzarnos para dejar la
esperanza de un mundo limpio y biodiverso, para las generaciones que aún están
por llegar… Ojalá que consiguiésemos que todos los días del año se celebrase el
Día Mundial de la Tierra…
Felicidades,
Ángel
Alonso
Día Mundial de los Océanos
Día Mundial de los Humedales
Titus y la lucha contra el CO2
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