sábado, 30 de agosto de 2014

El ciclo de la vida

Aunque el día había amanecido gris y encapotado, en el transcurso de la mañana las nubes se fueron disipando para dar paso a un bello cielo azul y a un paisaje de un verde lujurioso. La caída de las últimas lluvias había dejado su rastro en la sabana en forma de charcas, lo que unido a la abundancia de pastos, hizo que los herbívoros salvajes abandonasen las grandes manadas para dispersarse en grupos más reducidos.



El Lago Nakuru era en aquel momento un auténtico vergel en donde rebosaba la vida. Flamencos, búfalos, cebras, impalas, babuinos, rinocerontes negros… Todo el repertorio de animales salvajes del Lago Nakuru fue captado por el objetivo de mi cámara pero, si tuviera que destacar alguna escena de las que contemplé, ese privilegio le correspondería a lo que pudiese haber sido el ataque de un grupo de leones a las crías de una familia de jirafas.

Todo comenzó cuando una de las jirafas adultas detectó a tres leonas y a un león entre la hierba de la zona por la que andaban pastando… De pronto todas las jirafas se quedaron paradas, casi como estatuas, mirando fijamente hacia los felinos… A continuación tres ejemplares adultos avanzaron en paralelo hacia las inmediaciones de los leones, mientras que tres crías permanecían a mayor distancia, con el lomo vuelto hacia los depredadores, en clara actitud de estar dispuestas para arrancar a correr en cualquier momento… La estrategia de las jirafas se completaba con otra adulta situándose a la espalda de los leones, preparada para cortarles el paso hacia las crías…

Después de una larga calma tensa, finalmente todo se saldó con el abandono por parte de las fieras y el paulatino repliegue de las jirafas hacia otro lugar, eso sí, sin perder de vista ni a las crías, ni a los leones. Es sabido que una jirafa adulta puede matar a un león de una sola coz, por eso los depredadores deben esperar su oportunidad con las crías… Es la ley de la sabana, en donde los descuidos pueden marcar la diferencia entre vivir o morir… Comer o ser comido…    

Durante aquellos días pude asistir al espectáculo de la vida, casi a modo de metáfora, porque hay que darse cuenta que, en esencia, la vida de los animales salvajes no difiere tanto del modo de vida de las personas. El enorme esfuerzo diario para poder comer y alimentar a los más pequeños, el preparar a las crías para su edad adulta, la autodefensa ante las agresiones exteriores, el estar expuestos a los rigores climáticos, el disfrutar de los momentos de felicidad y de abundancia, el luchar por sobrevivir cuando las condiciones son difíciles o peligrosas, la competencia por encontrar pareja y el terrible esfuerzo por conservarla, la inventiva y el afán de mejorar, la resignación cuando la adversidad es insuperable, el sacrificio llevado al extremo cuando está en juego la vida de la pareja o, sobre todo, de la descendencia…

Así es la aventura de la vida, tanto para humanos como para animales, algo maravilloso que se debe de exprimir al máximo porque nunca se sabe cuando se llega al final del recorrido. Y no conviene equivocarse, el reto no está en vivir la mayor cantidad de años posibles, sino que lo que verdaderamente cuenta es aprovechar los que se vivan y, a veces, viene bien volver a nuestros orígenes para replantearnos el día a día y volver a retomar el camino que, realmente, merece la pena que sigamos.


Ángel Alonso

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