Recuerdo el momento cuando, hace
ya más de dieciséis años, contemplé por primera vez el Océano Pacífico. Fue un
momento sublime, maravilloso… El sol de California aportaba su toque especial a
la imagen, vistiendo el cielo y las aguas de un azul intenso.
Resulta sorprendente, pero en
aquel momento me invadió una sensación de familiaridad y en aquel lugar, tan
lejos de casa, no me sentía un extraño. Quizás fuera porque allí, al sur de
California, todo el mundo habla español. O quizás fuera porque la forma de ser
y las costumbres de las gentes de esa parte del mundo no son tan diferentes de
las nuestras.
Eran muchos los datos que, en ese
momento, se agolpan en mi cabeza… Hubo un tiempo en el que este océano, quizás
el menos pacífico de todos, fue conocido como el mar de los españoles
porque tan sólo los barcos de España lo navegaban de costa a costa. Nombres de
ilustres navegantes quedaron unidos para siempre al de este gran azul, al que
otro ilustre, Núñez de Balboa, descubriera y le pusiera el nombre de Mar del
Sur, y al que Magallanes rebautizó con la primera sensación que le
transmitió, la paz, la quietud, la tranquilidad… Se encontró con el mayor
océano del planeta en un día en el que, por lo visto, no soplaba ni una ligera
brisa y por eso lo registró para la historia como Océano Pacífico.
Aquella expedición de Fernando de
Magallanes, cuyo objetivo era el de circunnavegar por primera vez el planeta,
se adentró a finales de 1520 en un universo desconocido. Una vez que Magallanes
hubo muerto en la batalla de Mactan, en las Marianas, sería Juan Sebastián
Elcano el que completaría la primera vuelta al mundo de la historia, dando
comienzo a una época dorada de la exploración marítima, en la que numerosos
archipiélagos e islas del Océano Pacífico fueron descubiertos y bautizados con
nombres españoles.
Recuerdo como en una pequeña
playa cercana, con algunas rocas, un nutrido grupo de focas reposan sus cuerpos
al calor del sol de la mañana… Tan sólo los ejemplares más jóvenes mantienen
alguna actividad. Entran y salen del agua, retozan en la arena, perturban el
descanso de los adultos y vuelven a entrar al agua… Aquel día el mar de los españoles también era un océano pacífico.
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