Tras ochenta años de paz, el periodo más largo de su historia, a nadie se le escapa que Europa se encuentra en un momento decisivo, enfrentando su año más peligroso en mucho tiempo, pero también con la oportunidad de remodelar su dirección estratégica y afirmar su relevancia en el nuevo orden mundial.
Un periodo convulso en el que, posiblemente, haya coincidido la peor colección de políticos al frente, o quizás, también sea posible que el periodo convulso que sufre Europa, sea consecuencia de la debilidad de sus actuales dirigentes…
Sea como fuere, el panorama geopolítico de Europa se caracteriza por una profunda transformación, impulsada principalmente por la guerra en Ucrania, las crecientes tensiones globales y las presiones internas de políticos con pocos escrúpulos. La Unión Europea se encuentra en una encrucijada crítica que la obliga a redefinir su papel en un mundo multipolar y cada vez más volátil.
Aunque el propósito europeo es el de avanzar, con la intención de ser más fuertes y autónomos, el camino está lleno de obstáculos significativos que requieren de una acción conjunta y decidida por parte de los miembros que integran la Unión Europea, cuyo futuro viene marcado por la gestión de importantes desafíos geopolíticos y económicos, centrándose en fortalecer la soberanía, la cohesión y la competitividad en un entorno global cada vez más turbulento.
Europa empieza a darse cuenta de que ya no puede depender de un socio benigno al otro lado del Atlántico… Las crecientes preocupaciones sobre la fiabilidad de Estados Unidos, especialmente en el contexto de posibles cambios políticos internos, priorizan la obligación de la Unión Europea a buscar una mayor autonomía estratégica en seguridad y defensa.
La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha alterado fundamentalmente el orden de seguridad europeo de la posguerra fría. El temor a que a Rusia le dé por reproducir su modo de actuar con algún país de la Unión Europea, ha hecho que su prioridad estratégica se haya desplazado hacia el flanco oriental, provocando un aumento significativo del gasto en defensa y un esfuerzo extraordinario enfocado a la disuasión de posibles nuevas agresiones rusas.
Otro gran problema por resolver es el de la competencia global y su dependencia estratégica… Actualmente la Unión Europea se enfrenta a una intensa competencia de potencias como China, cuya creciente influencia económica y tecnológica crea dependencias estratégicas y desafíos a las normas globales. Para intentar revertir la situación, Europa está buscando activamente diversificar sus cadenas de suministro y asegurar la independencia energética, con un plan final para eliminar todas las importaciones de gas ruso para finales de 2027.
La situación es más que delicada y, por ello, Europa en su conjunto debe de transitar, a la mayor brevedad, de una política exterior basada en la "potencia blanda" a una geopolítica de las relaciones de poder, incluyendo el rearme y la ampliación de su industria de defensa… asegurar la estabilidad del continente ampliándose a nuevos miembros estratégicos… y fortaleciendo su papel en la economía global, asentándose como una “tercera vía” entre Estados Unidos y China…
Pero para que Europa pueda llegar a todo eso, antes deberá solucionar la polarización política, las disparidades económicas y todo aquello que socave la cohesión, los valores democráticos y la estabilidad política… Si no lo hacemos así, solo nos quedaría preguntarnos… ¿Quo vadis Europa?
Ángel
Alonso

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