Ya estamos otra vez por aquí… Y nos lo queríamos perder… A pesar de que imploramos un verano tranquilo y aburrido, no ha habido manera y llegamos a septiembre, si cabe, más angustiados de lo que estábamos a finales de junio.
Ha sido un verano raro, otro más, que se une a los veranos atípicos de los últimos años. Vivimos demasiado deprisa y quizás eso sea malvivir. Estamos inmersos en un frenesí de acontecimientos que nos mantienen continuamente acelerados y que hace que tengamos la perspectiva de lo que sucedió la semana pasada, como algo viejo, algo que ocurrido hace ya meses.
Ha sido un periodo vacacional cargado de eventos deportivos y trufado por reseñables y bochornosos episodios del sainete patrio… Una vez más no ha habido espacio para las añoradas “serpientes de verano” y puede que, contagiados de una sensación de final de ciclo, un número significativo de españoles nos hemos lanzado a disfrutar de unos días de descanso, gastando como si no hubiese un mañana.
Pero ha llegado septiembre con un golpe de realidad y, para bien o para mal, volvemos a tomarle el pulso a la cotidianidad, reincorporándonos a nuestros quehaceres diarios.
Hoy en día tenemos la posibilidad de estar más informados que nunca. En tan sólo unos minutos, es posible estar al corriente de cualquier noticia que se haya producido en cualquier rincón del planeta. Pero, lamentablemente, esa mayor facilidad para generar información y gestionarla, nos hace más vulnerables y expuestos a ser manipulados por aquellos que no tienen escrúpulos y tan sólo les interesa ellos mismos.
El control y la gestión de la información permite a muy pocos orientar la opinión e influir en el criterio de las masas en beneficio propio. Resulta sorprendente lo manipulables que somos y lo fácilmente que encajamos en los perfiles estándar en los que nos encasillan y a los que dirigen los mensajes que, poco a poco, van reduciendo nuestras individualidades hasta hacernos dóciles y receptivos a las influencias que nos quieran administrar para el consumo.
El resultado es que cada vez somos más sumisos y, también, más idiotas. No vemos más allá de lo inmediato e interiorizamos y hacemos nuestra, cualquier cosa que nos pongan por delante. Sin comerlo ni beberlo, de repente nos vemos polemizando apasionadamente sobre cosas de las que poco antes no sabíamos y, menos aún, teníamos criterio o interés por el asunto.
Poco a poco, pero cada vez a mayor velocidad de crucero, nos vamos aglutinando en la línea argumental considerada decorosa y políticamente correcta y, sin darnos cuenta, el criterio y la rebeldía son reemplazados por la consigna y la mansedumbre. Donde antes había opinión y libertad, ahora reina el silencio y el consentimiento. Sin apenas resistencia vamos tragando con todo, sea lo que sea, y lo peor es que empezamos a verlo como algo normal porque nos lo dan envuelto en retórica y demagogia. Y lo más grave, mientras tanto, de lo importante, apenas nos enteramos.
Está claro que necesitamos un respiro… Un poco de pausa y sosiego que nos permita levantar la cabeza y tomarle el pulso a la realidad…y septiembre sería una buena oportunidad para ello… Suena bien, pero la dinámica actual nos dice que vayamos teniendo claro, que no nos lo van a permitir.
Ángel Alonso
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