El mundo está sorprendido por la eficacia de los servicios de inteligencia israelíes.
Creado en diciembre de 1949 por recomendación del entonces primer ministro israelí, David Ben-Gurion, la solvencia del Mosad siempre ha sido legendaria.
Después del descrédito sufrido por el Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales de Israel, tras el ataque no detectado realizado por Hamas en octubre del año pasado, por el que, se estima, que todavía mantienen 116 personas como rehenes o cautivas en Gaza, el Mosad buscaba un golpe de efecto que le devolviera su credibilidad, al menos, ante la opinión pública israelí… y vaya si lo ha conseguido.
Una operación secreta impecable que, como cualquier operación secreta que se precie, fue secreta en su concepción y planeamiento, en su elaboración, en su ejecución y también debería serlo para siempre, pero que, a buen seguro, tarde o temprano veremos recreada en una película o en una serie para televisión.
Porque así ha sido, una operación de película a la que, por inverosímil, hubieran rechazado al mismísimo John Le Carré si lo hubiera presentado a su editorial como argumento para una hipotética nueva novela de espionaje.
Y mientras, ¿nosotros qué? Pues nosotros a vueltas con el sainete patrio, con el tío del fango a la cabeza, líder de la secta sobre la que tiene el control total de sus miembros.
Aún, así y por muy bajo que sigamos cayendo a cada ocasión, sigo confiando y estoy convencido, de que el Estado se defiende a sí mismo y que, tarde o temprano, el Estado de Derecho pondrá a cada cual en su sitio… No queda otra.
Mientras ese momento llega, es verdad que la espera se nos va a hacer un poco larga… No perdamos la esperanza. Ángel Alonso
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