Ya han pasado veintitrés años desde aquel martes del mes de septiembre en el que el mundo cambió… Todos recordamos donde estábamos aquel 11 de septiembre, de 2001 y de cómo, muchos de nosotros, asistimos en directo, paralizados por el horror que nos llegaba a través de la pantalla de televisión.
Además, en España, los hechos coincidieron con la hora de los informativos de mediodía. Fue apenas una hora en la que la humanidad entera contuvimos el aliento, sin dar crédito a lo que la era de la comunicación, implantada en el siglo XXI, hacía llegar a todas las naciones, incluyendo las más remotas del planeta.
Lejos del simbolismo del derrumbe de los dos colosos de Nueva York, sus Torres Gemelas, o de la imagen de los escombros del Pentágono, aquello vino a evidenciar que la maldad existe y que nadie está completamente a salvo en ningún lugar.
A partir de aquello comenzamos a cambiar libertad por seguridad, medio mundo fue a la guerra, surgieron las crisis económicas, nacieron los actuales populismos y, desde entonces, no hemos dejado de estar en crisis.
Por si fuera poco, en España, para nuestra mayor desgracia, el 11 de marzo de 2004 sufrimos el ataque terrorista a la red de Cercanías de Madrid, en el que 192 personas fueron asesinadas y, alrededor de dos mil, resultaron heridas.
Muchos somos los que pensamos que aquel fue el día, como diría un castizo, en el que “todo se jodió”. A partir de aquel fatídico día de nuevo brotó la división entre españoles, la mentira se instaló en el día a día y volvió a escena el espantajo de la Guerra Civil.
De aquellos días vergonzantes, amparados en el dolor y la parálisis de una sociedad traumatizada, surgió lo que surgió, cuya versión actualizada seguimos padeciendo veinte años después. Normalmente, lo que mal empieza, mal acaba, y todo indica que, al menos en nuestro caso patrio, esa máxima se volverá a cumplir…
No conocemos lo que el futuro nos tiene preparado, ni podemos adivinar cuando ese futuro nos alcanzará… Tampoco sabemos si, cuando eso ocurra, una sociedad dócil y maltrecha tendrá la suficiente capacidad de regeneración… De momento no nos queda otra que mantener la esperanza y el convencimiento de que “no hay mal que cien años dure” y ayudar a acortar ese plazo resistiéndonos a que, una y otra vez, nos tomen por tontos…
Todo empezó hace veintitrés años, el día en el que el mundo cambió.
Ángel
Alonso
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