jueves, 22 de febrero de 2024

La muerte del loro

Puede usted estar tranquilo. Desde este momento ya le digo que no le voy a hablar ni la amnistía, ni del caso Koldo y las mascarillas… Tampoco voy a sacar a relucir el inquietante pagafantismo con Marruecos, ni voy a decir ni pío sobre el sainete patrio, ni haré referencia a que el país, al menos en determinados sectores, esté hecho unos zorros…

No… No voy a hablar sobre nada de esto. Mi intención para hoy es llamar su atención sobre la virtud de saber marcharse a tiempo… o lo que es lo mismo, evitar ser un pesado y acabar dando la plasta a la gente.

Seamos realistas, a Julio César no lo mataron los suyos por intrigante, ni por engañar a todo el mundo y ni por querer imponer el cambio del modelo político de la República de Roma, para acabar con la oposición y perpetuarse en el poder… Nada de nada… A Julio César se lo cargaron por pesado… Por dar la turra en el Senado, día sí y día también, con discursos larguísimos e insoportables, que provocaban serios problemas cervicales en quienes se veían obligados a escucharlos y que algunos corriesen el riesgo de sufrir “la muerte del loro”.  

Otro ejemplo… Nerón… En contra de lo que pudiera parecer, este emperador romano no fue ni tan mal gobernante, ni tuvo nada que ver con el célebre incendio de Roma… Y entonces, ¿por qué se lo cargaron? Pues parece que la cosa está bastante clara. Lo eliminaron por la brasa que daba tocando la lira a todas horas, hecho agravado por sus malas interpretaciones teatrales y como cantante…

Y entonces, cuando todos parecían estar curados de espanto y a salvo de tabarras, apareció Calígula… Vale que fuese un personaje egocéntrico y psicópata. Puede que también fuese un pésimo gestor y que gobernase de manera caprichosa y personalista. Cierto que favorecía a los que le eran afines y perseguía a los discrepantes. Incluso dicen que con él la economía se hundió y que la degradación de las instituciones llegó a niveles, hasta entonces, inimaginables…

Pero la realidad es que la contundente “moción de censura” al estilo de la época, se la hicieron por sus continuas y escandalosas fiestas hasta altas horas de la madrugada… La gente quería dormir y Calígula martirizaba a sus vecinos dando el coñazo todas las noches con el chunda-chunda, sin reparar en el volumen de la música, y en los gritos y las borracheras de los asistentes, causa por la que siempre la acaban liando parda en el vecindario...

Estos son solo tres ejemplos de gobernantes plastas, pero a lo largo de la Historia de la Humanidad ha habido muchos dirigentes cansinos, muy pesados, que también acabaron de forma trágica por insufribles…

Un punto en común para todos es que se creyeron más listos que lo que en realidad eran y que el poder les endiosó situándolos por encima del bien y del mal. Confundieron lo público con lo propio y, la mayoría, la realidad con la ficción y, lo que es peor, hasta terminaron creyéndose sus propias fantasías…

Como, en estos casos, suelen estar rodeados de pelotas y de estómagos agradecidos, esta clase de mandatarios no se da cuenta y sigue dando la turra, forzando la situación hasta provocar el hartazgo e indignación de la gente, hasta que la situación termina por agravarse tanto que acaba yéndose de las manos.

Afortunadamente en la época actual somos más civilizados que en la Antigua Roma y ya no se cambia de dirigentes al método de entonces. Pero bueno sería que algunos no fuesen tan pesados y que cultivasen la virtud de saber marcharse a tiempo. Sería muy bueno para todos.

Ángel Alonso

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