Hace tiempo hay quien dijo que la Democracia es el menos imperfecto de los sistemas de gobierno, pero también es el mas delicado y al que más hay que proteger. Una Democracia saludable se apoya en dos pilares fundamentales: la libertad y el Estado de Derecho.
A lo largo de la historia de la Humanidad, la lucha por la libertad ha sido algo intrínseco a la condición de seres humanos. Por la libertad se ha entregado la vida y se han protagonizado las mayores heroicidades y actos de máxima generosidad hacia los demás. Generaciones y generaciones de todos los tiempos se han sacrificado para que sus descendientes pudiesen vivir en libertad y los avances sociales han ido encaminados a asegurar este derecho fundamental de las personas.
Sin embargo, la libertad no es algo que se deba descuidar. Hay que amarla, cultivarla y protegerla, como el tesoro valiosísimo que es y porque, desgraciadamente y en pleno siglo XXI, siempre hay quien cae en la tentación de querer mejorar su vida y consolidar sus intereses personales, a costa de limitar los derechos y libertades del resto de los ciudadanos que, por ignorancia o por un exceso de credulidad, acaban cayendo en las trampas de personajes disfrazados de demócratas y aficionados al totalitarismo.
Nunca hay que descuidar la libertad y de todos y de cada uno de nosotros depende que podamos seguir disfrutando de ella.
El Estado de Derecho proporciona el marco y las reglas de juego en el que se ha de desarrollar un sistema democrático. El Estado de Derecho vela por la salud democrática garantizando, entre otras cosas, la libertad y la igualdad de los ciudadanos del país del que se trate, consolida los derechos, pero también obliga al cumplimiento de la Ley y a la observancia de las normas de convivencia.
Cierto es que, en condiciones normales, el Estado se protege a sí mismo. Pero hay veces en que la agresión es tan evidente y tan fuerte, que necesita de la reacción de los ciudadanos… Primero en las urnas y, a continuación, en la vigilancia de la observancia de ese sagrado acuerdo asumido por electores y elegidos, a la hora de la emisión del voto democrático.
El Estado de Derecho proporciona el marco
y las reglas con las que se tiene que desenvolver la convivencia de los
ciudadanos, su relación con la Administración, la prestación de servicios y sus
derechos y obligaciones…
Pero, para preservar la Democracia y que la sociedad avance en derechos y libertades, quizás sea imprescindible que todo ello vaya acompañado de la puesta en práctica de determinados valores, que debería de atesorar todo buen dirigente y que aportan tranquilidad y progreso mediante la observancia de algo tan especial como es la previsibilidad y la confianza.
Solo así puede que se consiga mantener una Democracia saludable, en libertad y con la esperanza real de que el Estado de Derecho, sin sobresaltos, perdure en el tiempo…
Ángel Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario