No sé si a usted que me escucha, le ocurre lo mismo. De un tiempo a esta parte, cuando me reúno con familiares y amigos, evitamos hablar de política… También conozco varios casos de personas, antes siempre enganchados a la actualidad, que han dejado de leer periódicos, de escuchar la radio y que ya tampoco siguen los informativos de televisión.
¿Han perdido interés? Pienso que no y más bien opino todo lo contrario. Entiendo que se han descolgado de la actualidad política, quizás, como medida preventiva para evitar una depresión… Así están las cosas en España…
Ahora ya estamos en boca de Europa… La verdad es que da un poco de pudor, pero, si se quiere parar este disparate, no hay más remedio que ventear nuestras miserias donde nos escuchen. Lo que estamos viviendo no es normal y, a cada momento asistimos a una nueva indignidad u otro abuso más… y situaciones desesperadas, requieren respuestas que estén a la altura.
La cosa tiene mala pinta y tampoco es que se pueda confiar en que la Unión Europea nos saque las castañas del fuego, pero la esperanza es lo último que se pierde… Más bien debemos depositar nuestras esperanzas y confiar en que el Estado, como ha ocurrido siempre, se defienda a sí mismo… Démosle tiempo al tiempo.
Mientras tanto, hagamos lo que tengamos que hacer, pero siempre manteniendo la calma y actuando con sensatez. Si, de vez en cuando, la situación le hace bola o le produce un sarpullido, haga lo que ya hacen muchos… desengánchese de la actualidad, oxigénese el cerebro y el espíritu, y, cuando ya esté listo, vuelva otra vez porque le necesitamos.
Esto ya no va de ideologías, ni de egoísmos particulares. Esto va de algo mucho más importante. Va de unidad, igualdad y dignidad. Va de seguir siendo una democracia plena, con separación de poderes o de cargarnos el Orden Constitucional que nos ha traído la mejor época de convivencia y progreso de la historia de España.
Va de continuar con nuestras vidas, asegurando un futuro a nuestros hijos o, por el contrario, seguir con el sinsentido del método de tierra quemada hacia el radicalismo, como preludio de una inevitable precipitación al abismo.
Son tiempos duros y, sin duda, los que vengan lo serán más. Es una prueba de resistencia de la que no conocemos su distancia, ni su recorrido y, por tanto, conviene coger cuanto antes el ritmo de carrera para no quedarnos atrás y, en lo posible, dosificar fuerzas para lo que esté por venir.
Aprendamos a separar el grano de la paja y a distinguir de una vez, la verdad de la mentira. Evitemos que nos tomen por idiotas y, si fuese necesario, protejamos heroicamente nuestra actual libertad… Es nuestro legado para las generaciones futuras.
Ángel
Alonso
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