Abraham Lincoln dijo en una ocasión, “ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otro sin su consentimiento”. Cita que podría contener la esencia misma de la democracia que, por cierto, no se aprende en el parlamento, sino en casa. Porque ser demócrata no es una actitud política, es mucho más, es una actitud ante la vida.
Cuando, por la decadencia de los principios y la degradación de las instituciones, se percibe la descomposición de un gobierno, en democracia, los ciudadanos recuperan su soberanía y, con ella, la facultad de volver a elegir y, llegado el caso, cambiar a sus dirigentes. El derecho sagrado de poder votar en libertad y con garantías, es lo que diferencia a una democracia plena de un régimen autoritario, por muy travestido que esté el supuesto sistema de derechos y libertades.
Ni que decir tiene que a la democracia hay que cuidarla y también ejercerla. Nadie debería considerar un incordio o una molestia, el ejercer el derecho al voto, y sí un privilegio que conlleva la responsabilidad y la obligación de contribuir al bien común de la sociedad, eligiendo en las urnas a los que se dará temporalmente la potestad de liderarnos.
Si un ciudadano no vota, otro sí lo hará, decidiendo por él y por el que no ha votado. Luego de nada servirá el quejarse, ni manifestar el rechazo a lo elegido… No hay posibilidad para el arrepentimiento inmediato y no habrá más remedio que esperar para subsanarlo en diferido en las próximas elecciones. Mientras tanto y como diría una castizo, “ajo y agua”.
Resulta humano que, con todo lo que ha estado ocurriendo durante la actual campaña electoral y, especialmente, durante los últimos días, alguien pudiera albergar la sospecha de una posible ausencia de limpieza en la cita electoral del domingo… Si usted, que ahora mismo me está escuchando, es una de esas personas que desconfían, déjeme que, rotundamente, le diga que no tiene ningún motivo fundado para recelar.
Claro que usted me dirá que no ayudan a tranquilizarle los recientes episodios de presuntas compras de votos, o el llamativo y creciente protagonismo de Correos en el voto adelantado, o la inquietante colonización, por determinados sectores, de la cúpula de la empresa responsable de gestionar y resolver los resultados tras la votación, o los preocupantes antecedentes de quien ya sorprendieron con una urna llena de votos, tras una cortina, lista para dar el cambiazo, y que en algún que otro mitin ha animado vehementemente a la gente a votar por correo… Nada, no se preocupe. Seguro que, incluso, algunas de esas cosas que le inquietan y le siembran dudas, tan sólo sean suposiciones suyas inducidas por gente insidiosa.
Por si pudiera servirle de algo, por mi parte, lo que con toda rotundidad le digo es que confíe en la absoluta limpieza democrática de nuestro sistema electoral, que tenga fe en España y en los españoles, y que, por supuesto, pase lo que pase, el domingo vaya a votar.
Ángel
Alonso
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