jueves, 11 de mayo de 2023

La salud democrática

Dicen los que saben de esto, que la Democracia es el sistema de gobierno menos imperfecto. No voy a enumerar ahora cuáles son sus ventajas, ni tampoco sus inconvenientes, pero sí me atrevo a decir que también es el más delicado y, por tanto, el que más cuidados y vigilancia necesita para que funcione de forma fluida y natural.

La Democracia se basa en la buena fe y en el firme propósito de convivencia de los ciudadanos. Se protege al individuo y se establecen los derechos y obligaciones de todos, bajo el prisma de la igualdad. Se establecen impuestos justos y, con ellos, se prestan servicios, se protege y se da seguridad, se habilitan oportunidades para quien las necesite, se ayuda al desfavorecido y, siempre, se busca el bien común y la mejora, individual y colectiva, como sociedad.

Sin duda, la Democracia es un gran invento. Cada cierto tiempo los ciudadanos eligen a sus representantes y a los líderes que les han de gobernar, con lo cual, si alguno lo hace mal y decepciona, los votantes tienen la potestad de mandarlo a su casa y de elegir a otros nuevos dirigentes con la esperanza de que lo hagan mejor.

La Democracia se basa un sistema de contrapesos, que comienza en una división de poderes, independientes entre sí, como son el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Incluso, en una Democracia plena, se dice que existe el conocido como, el cuarto poder, también independiente, en el que se incluye la obligación de la Prensa y de los Medios de Comunicación, en general, de controlar, divulgar e informar a los ciudadanos con objetividad y profesionalidad, sobre la labor y resultados obtenidos por los tres poderes y, llegado el caso, denunciar públicamente cualquier irregularidad, falta de transparencia, restricciones a su labor informativa o comportamientos alejados de lo que se espera de gobernantes y representantes democráticos.

Para que la Democracia funcione, los mencionados contrapesos deben de contar con sus propios órganos de gobierno, para poder elegir a sus dirigentes o representantes, y ser capaces de desarrollar su labor en libertad e independencia, sin más limitaciones que lo que las leyes, la moral, los principios y el sentido común, dictaminen.

No hay atajos, ni medias tintas. En Democracia las reglas de juego están para cumplirse y deben de respetarse. La Democracia es lo que se han dado los ciudadanos como sistema para gobernarse y, por ello, es de todos y nadie tiene derecho a perturbarla, ni a denigrarla, ni mucho menos, aprovechándose del sistema, utilizarla en beneficio propio alterando algo tan básico y elemental, como es la separación de poderes, y dificultando la legítima labor de la Prensa y los Medios de Comunicación, en general.

Cuando esto sucede, la Democracia enferma y se debilita, decayendo la fuerza de los principios elementales que sostiene el sistema, como son los derechos y obligaciones, el principio de igualdad, la solidaridad, el sentimiento de grupo, la búsqueda del bien común, y tantas y tantas cosas que, precisamente, hacen de la Democracia el sistema de gobierno menos imperfecto.

Donde la Democracia decae, crecen el totalitarismo, la desigualdad, la injusticia, el ocultismo, la corrupción, la pérdida de oportunidades, la mala gestión, la pérdida de libertades…

La lista de cosas malas podría ser interminable, como a veces, también se hace la espera para poder volver a votar.                                                                                                                                                                                                          Ángel Alonso

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