Ya estamos en febrero y más de lo mismo. Por mucho que escuche en radios y televisiones, a los responsables políticos, decir que la cosa va muy bien y que somos campeones en esto o en aquello, no se lo crea.
Es verdad que lo que se sale reiteradamente por televisión y se repite por una corte de papagayos hasta el aburrimiento, acaba calando y tomándose por cierto. Ellos lo saben y por eso lo hacen. Aplican, con quien se deja, aquello que, disfrazado de Groucho, dijera Chico Marx en la genial película “Sopa de ganso”: «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?»
Aumenta el paro, la economía se hunde un poco más, sigue beneficiándose a los delincuentes de todo tipo, nuestra política exterior sigue siendo irrelevante y seguimos haciendo el ridículo a cada oportunidad, pero le seguirán vendiendo que somos los excelentes en todo y las cosas están mejor que nunca.
Quiero pensar que usted es de los que no se lo creen, porque vive en la realidad del día a día y tiene conciencia de primera mano de qué es lo que está ocurriendo y a dónde vamos. Me alegraría dar por hecho que usted es una persona con valores y principios, y que no acaba de llevar muy bien que la mentira sea la herramienta habitual de estos tiempos, utilizada continuamente para tratar de ocultar lo que no se quiere que se sepa, para distraer de la incompetencia o de las consecuencias de una mala gestión, o como recurso tramposo de reivindicación propia y desgaste del adversario.
Es posible que, al margen de que en ocasiones le provoquen hilaridad, usted no se sienta del todo cómodo cuando, vía medios de comunicación, asista al repetido sainete de como le mienten descaradamente en su cara, con reiteración y alevosía, transmitiéndole implícitamente que le toman por idiota. Es cierto que, de momento, ante esta habitual situación poco se puede hacer… o a lo mejor sí.
¿Y qué se puede hacer? Pues lo más inmediato es no perder la memoria. Hay que reforzar nuestra capacidad de recordar antes de que el tiempo o la abundancia de circunstancias rebajen la importancia y trascendencia de las cosas, y acaben difuminándose en el limbo de la impunidad.
Y le aseguro que esto último les pone muy nerviosos. Tanto que pierden la calma y casi entran en pánico. Lo que les lleva a cometer más tonterías y tener decir más mentiras para taparlo.
Cuanto peor vean su futuro, recurrirán a cuantas trampas y juego sucio haga falta para intentar revertir la situación. Embarrarán el terreno todo lo que puedan y ahí comprobarán que con la mentira puede irse muy lejos, pero sin esperanza de volver. Porque el mentiroso tiene dos males: que ni cree ni es creído.
Al final, si usted ha tenido paciencia y no ha perdido la memoria, llegará el instante en que esta “sopa de ganso” acabará y habrá llegado el momento de dejarles claro que, aunque le tomen por tal, usted no es idiota.
Ángel Alonso
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