Como ya es sabido, en la madrugada del pasado lunes, 6 de febrero, 4:17 hora local, el sur de Turquía y el noroeste de Siria se vieron sacudidos por un terremoto de magnitud 7;8 que, de momento, ya se ha cobrado la vida de casi 18.000 personas, causando más de 60.000 heridos.
A veces estamos tan metidos en nuestras cosas del día a día que, como dijo el poeta, apenas vivimos, y tampoco somos conscientes de que no somos nada y que, en cualquier momento, podemos vernos envueltos en alguna catástrofe que cambie nuestra vida para siempre o que, directamente, la podamos perder sin apenas darnos cuenta.
Desde el momento en el que sucedió la catástrofe comenzó una carrera contra el tiempo, trabajando sin descanso, para tratar de rescatar a las personas que aún permanecen vivas bajo los escombros. Casi 100.000 agentes, militares, bomberos, médicos y personal sanitario, trabajadores de organizaciones no gubernamentales y voluntarios de todo tipo, se encuentran desplegados en las zonas afectadas, dejándose las máximas energías disponibles motivados por la grata sorpresa de que, de cuando en cuando, siguen apareciendo personas con vida entre las ruinas de los edificios destruidos.
No existe aventura más dura y a la que nos aferramos con todas nuestras fuerzas, que la de la vida misma… Malheridos, sin agua y sin comida, y con mucho frío una vez más vuelve a sorprender la capacidad de supervivencia del ser humano… Es cierto que, a medida que el tiempo pasa, disminuyen las probabilidades de encontrar personas vivas, también lo es que, cuando todo parece estar perdido, siempre sigue apareciendo alguien aferrado a la vida y luchando desesperadamente por sobrevivir un poco más.
En esos casos tan extremos, resulta definitivo el mantener hasta el final un mínimo de esperanza… Para los atrapados bajo los escombros resulta definitivo el saber que en la superficie hay gente ayudando y rescatando a los damnificados… La motivación de pensar que pueden ser encontrados y rescatados, y que todavía es posible el reunirse con los seres queridos, saca fuera todas las energías para seguir viviendo a toda costa, no rendirnos y aguantar un poco más… Siempre un poco más.
Desgraciadamente muchos morirán manteniendo su espíritu de supervivencia intacto hasta el final. Pero también otros, para asombro de los equipos de rescate y de toda la especie humana, serán rescatados varias jornadas después de la catástrofe y vivirán para morir otro día.
Lamentablemente la tragedia no acabará ahí… Para los supervivientes comenzará la durísima prueba vital de intentar continuar su difícil camino, habiendo perdido a familiares, amigos, compañeros, sus casas, sus bienes y propiedades, la salud, la esperanza e, incluso, las ganas de vivir… Pero no quedará otra que seguir adelante.
La humanidad se sigue enfrentando a lo mejor y a lo peor de sí misma. Resulta paradójico que mientras el mundo se esfuerza en tratar de ayudar y de salvar la vida a las máximas personas posible, en el sur de Turquía y norte de Siria, no muy lejos de allí, en el este de Ucrania, otros pocos se obstinan en quitar la vida a quienes se interponen en sus intereses… Es la naturaleza del ser humano.
Ángel
Alonso
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