Ya han exhumado los restos de Queipo de
Llano de la Basílica de la Macarena y, con ello, se supone que ya por fin
comenzarán a bajar las cuotas de paro, mejorará la economía, se reducirá la
inflación y, en poco tiempo, saldremos de la crisis… Es ironía y como
sospechamos no va a pasar absolutamente nada y todo seguirá igual.
Vivimos tiempos en que todo es ideología y propaganda. En lugar de gestionar y de aportar soluciones al bien común y que beneficien a la mayoría social, parece que tan solo se busca contentar a determinados sectores de la población con medidas que, en principio, poco aportan y que parece que lo que persiguen es la división y radicalización de la población, y que, afortunadamente, no provocan reacción alguna… tan solo indiferencia.
Sinceramente, estoy convencido de que la gran mayoría de los españoles no estamos para nada pendientes de la Guerra Civil, ni del franquismo… como tampoco lo estamos de la Guerra de la Independencia, ni de ajustar cuentas por el posible desgobierno de los reyes godos… Creo que en estos momentos estamos muy preocupados por la situación actual y, los más responsables, también por el futuro que heredarán nuestros hijos y nietos.
Sospecho que, como yo, la gran mayoría de mis compatriotas, lo que queremos es arreglar el presente y, a ser posible, preparar un futuro mejor del que heredamos de nuestros mayores, circunstancia que, al igual que ellos y antes que ellos sus antecesores, tenemos la obligación de impulsar.
No acabo de entender el empeño de hacernos mirar permanentemente al pasado, cuando lo que queremos es construir un futuro… Intuyo que es algo antinatural y forzado, y que supone un gran lastre para los que buscamos vivir tranquilos y en convivencia, y con el resultado de nuestro esfuerzo y capacidad.
Se habla por ahí de progreso y de ingeniería social, pero lo único que hay es un empeño enfermizo por devolvernos a nuestro pasado más doloroso y de abocarnos a volver a cometer los mismos errores que provocaron la mayor división y radicalización entre nuestros antepasados… ¿Y para qué? Pues sencillamente no acabo de ver las ventajas, ni los beneficios por ningún lado…
En cuanto a lo de la llamada ingeniería social y sus no demasiado transparentes objetivos, recogidos en la inquietante Agenda 2030, confieso que ya me va pillando de retirada y lo cierto es que lo poco que voy averiguando de vez en cuando, no puedo decir que me entusiasme demasiado.
Por supuesto que cada cuál es cada cual, y cada uno es libre de entretener su vida en lo que estime conveniente, pero lo sangrante de todo esto es que se empeñen en tratar de imponernos ideologías y formas de vida, en una especie de ejercicio de despiste generalizado, posiblemente para ocultar falta de capacidad u oscuros intereses.
El caso es que no aflojan y ya estamos hartos, porque lo que queremos es que nos dejen afrontar el futuro con solvencia y en paz.
Ángel
Alonso
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