Parece que, repentinamente, ya nos vemos inmersos en plena campaña electoral… En realidad, da la sensación de que llevamos más de cuatro años soportando una tediosa y larguísima tarea de captación de votos de la que, si queremos sacar algo en claro, no lo vamos a conseguir, y si buscamos alguna conclusión, inevitablemente, esa es la de que nos toman por idiotas.
Como no podía ser de otra manera, la campaña ha estallado en Madrid, plaza clave, espejo y llave, desde el que afrontar unas Elecciones Generales. Una debacle en Madrid anticipa un desastre a nivel nacional y, por el contrario, un salvar la cara o, incluso mejor, una victoria, proporcionaría el mejor de los impulsos para la cita electoral que, dentro de un año, se antoja determinante y definitiva.
Como diría un pirata: “ante tamaño botín, todo vale”. Y a ello se han puesto los ligeros de escrúpulos, intentando mostrar un escenario apocalíptico donde no lo hay y creando un gran problema con la Sanidad donde los datos y las estadísticas dicen que, aún siendo muy mejorable, la Comunidad de Madrid es la segunda mejor de España, tras la Sanidad del País Vasco.
Da igual, se trata de desestabilizar, de hacer mucho ruido, de confundir e involucrar a los ciudadanos y de provocar la metedura de pata del adversario… Algo tan viejo como el hilo negro y tan burdo que provocaría la risa, si no fuera por la importancia del sector y la temática elegidos para dar la batalla política.
Aunque ya estamos hasta el gorro, prepárense porque esto no ha hecho nada más que empezar. Desde ahora y hasta que se celebren las anheladas y esperadísimas Elecciones Generales, la cosa va a ser un no parar. Si usted es de estómago delicado, provéase de suficientes antiácidos porque los va a necesitar… Si usted es una persona ética y que en su vida diaria actúa con educación y se toma las cosas con deportividad, váyase apuntando a yoga, a meditación, reclúyase en un monasterio o, directamente, renuncie a cualquier contacto con la civilización, metiéndose a ermitaño, aislado en mitad de la sierra… Háganlo, porque el mal olor de la brisa electoral solo puede anticipar los vientos fétidos, que ya empiezan a emanar de los futuros cadáveres políticos.
Prepárense para deglutir, durante los próximos meses, su ración diaria de basura, convenientemente administrada a través de las redes sociales y los medios de comunicación, en la que no faltarán los navajazos dialécticos y los detritos descalificatorios. Como nos toman por idiotas, se van a pasar, y la cantidad de inmundicia que pretenden que traguemos va a ser tan grande que es posible que a muchos nos siente mal y provoque en nosotros, y en nuestro sistema democrático, efectos irreversibles.
Es posible que usted, al igual que yo, se
pregunte de vez en cuando por lo qué hemos hecho, o dejado de hacer, para haber
llegado hasta aquí… Pues, aunque suene ventajista, déjeme que le diga que los
culpables somos nosotros, todos nosotros… Afortunadamente vivimos en un régimen
democrático en el que tenemos lo que elegimos y, cuando elegimos mal y de
repente nos encontramos metidos hasta la barbilla, en una piscina de porquería,
hay que pensar en limpiarla y nunca conformarnos con que, los que tenemos al
lado, no hagan olas…
Ángel Alonso
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