jueves, 23 de diciembre de 2021

La tregua de la Navidad

En la víspera del 24 de diciembre de 1914, cuando apenas habían transcurrido unos meses desde que comenzara la Primera Guerra Mundial, un grupo de soldados alemanes iluminaron pequeños árboles de Navidad en las inmediaciones de las trincheras en donde estaban y comenzaron a interpretar villancicos, en especial el célebre “Noche de Paz”. Al poco, desde el otro lado, soldados británicos respondieron del mismo modo, ante el desconcierto de sus jefes…

Aquel entrañable gesto de unos pocos, rápidamente se extendió por las frías trincheras del frente de Bélgica y Francia… En medio de aquella barbarie, salpicada de muertos y heridos, muchos abandonados sin poder ser recogidos y otros agonizando sin poder ser atendidos, sucedió uno de los episodios más hermosos de la historia de la humanidad…

No fueron los políticos, ni los generales, ni tan siquiera los oficiales que allí se encontraban los que tomaron la iniciativa, ni acordaron nada… Fueron los soldados más humildes, de uno y otro lado, los que dejaron de disparar al enemigo que tenían enfrente y, en el silencio de las balas y de los proyectiles explosivos, se hicieron oír el ofrecimiento mutuo de “si vosotros no disparáis, nosotros tampoco”.

Y en medio de aquel caos de miedo, dolor y muerte, por unas horas nadie atacó, nadie disparó y el odio de la guerra fue sustituido por la sensatez y, por qué no decirlo, la magia de la Navidad hizo que los soldados de uno y otro bando saliesen de sus trincheras, se mezclasen pacíficamente en tierra de nadie, intercambiasen comida y cigarrillos, e incluso jugasen un partido de fútbol…

Por unas horas la humanidad regresó a los corazones de aquellos hombres y juntos recogieron a los heridos moribundos, y los atendieron… y recuperaron a los cadáveres esparcidos por el campo de batalla y los enterraron… Aquellas horas de confraternización dieron paso a la prórroga del alto el fuego hasta el día de Año Nuevo y fue conocida como la Tregua de Navidad de la Primera Guerra Mundial, y es recordado como un episodio maravilloso y de los más extraños de la Historia de la Humanidad.

Si aquel grupo de hombres sencillos envueltos en aquella crisis, por supuesto nada comparable a la actual, fueron capaces de dejar a un lado todo lo malo y, aunque efímeramente, celebraron lo bueno… ¿Cómo nosotros no vamos a ser capaces de hacerlo también?

Es Navidad y, ¿qué quieren que les diga? Si la cosa económica no nos va muy bien, mañana por la noche en lugar de langostinos, cenemos pollo… Si en lugar de estar rodeados de aquellos a los que queremos, estamos solos, pongamos la radio o la televisión y celebremos que estamos sanos… Si, lamentablemente, tenemos problemas de salud, brindemos por estar vivos y que ésta vuelva…

Piensen por un momento que, por muy mal que estemos, siempre hay otras personas que están mucho peor que nosotros y que, aunque solo sea por la Navidad, necesitamos darnos una tregua y, en la medida que podamos, al menos por unas horas, intentar ser ingenuamente felices… Si un grupo de soldados los consiguieron hace algo más de cien años… ¿Por qué no nosotros?

¡¡Feliz Navidad!!     

                                                                                                               Ángel Alonso

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