Se acerca la Navidad y, con ella, el final de este año 2021 en el que el Gobierno se empeña en meternos en la cabeza que todo va muy bien y los datos, y la realidad, para quien quiera enterarse, demuestran lo contrario.
Después de otros muchos, el penúltimo jarro de agua fría nos lo ha vertido en la cara la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la conocida como la OCDE, que ha bajado la previsión de crecimiento de la economía española para este año, situándola en solo el 4,5%, en lugar del 6,8% que, al modo de un peculiar Ulises, atado al mástil de la nave de su propia propaganda, sigue manteniendo el presidente del Gobierno.
Nada le sale bien, ya no le quedan trucos y nadie le cree nada… Todo se tambalea a su alrededor y tiene prisa… mucha prisa… Aspira a unas navidades presidenciales, a costa del dinero de todos, en la paz y la tranquilidad de unos días de celebración, tal vez, en La Mareta o Las Marismillas… Pero antes tiene que vender la barra de hielo de los presupuestos antes de que se le derrita… Por eso traga con lo que sea y con quien sea…
Da lo mismo que los presupuestos más ideologizados y sectarios de la democracia, estén totalmente desfasados y que, para nada, se ajusten a la realidad… Tampoco parece importar demasiado que no resuelvan nada y que, en lugar de propiciar el crecimiento económico, tan solo contribuyan a la propaganda y a la llamada ingeniería social… Da igual… Tan solo se trata de que se aprueben y que sirvan para mantener en el poder, y agotar la legislatura, aunque para ello haya que realizar todo tipo de concesiones para contentar a quienes tienen que apoyarlos.
La cosa pinta muy mal… De ser la locomotora hasta hace muy poco tiempo, hemos pasado, con todo merecimiento, a ser el vagón de cola de Europa y parece que ahí vamos a estar por mucho tiempo… Acaba de comenzar diciembre y vivimos preocupados por la nueva ola de la pandemia del coronavirus, y ocupados en cómo vamos a pasar la Navidad con nuestros seres queridos. Nos debatimos entre el miedo a la enfermedad y la esperanza de poder compartir un pequeño oasis de felicidad en medio de un desierto económico y social, del que tenemos muy pocas posibilidades de salir a corto plazo, al menos con el actual Gobierno.
Es difícil confiar en quien siempre miente y es complicado creer que quien, por pura supervivencia personal, se alía y favorece las demandas de solo unos pocos en detrimento del resto, pueda ser capaz de sacarnos adelante.
La inflación, el recibo de la luz, la fuga
de inversiones, la subida de impuestos, la falta de oportunidades y el
creciente malestar social, amenazan con derretir la barra de hielo de los
presupuestos, pero no hay de qué preocuparse… el hielo ya está vendido. Ángel Alonso
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