Seamos realistas, a Julio César lo mataron los suyos por intrigante, por engañar a todo el mundo y por querer imponer el cambio del modelo político de la República de Roma, para acabar con la oposición y perpetuarse en el poder.
Nerón, además de aburrir a todo el mundo con sus frecuentes comparecencias públicas, en las que también le daba por tocar la lira, para distraer la atención del pueblo sobre su mala gestión ideó una especie de “plan 2050” de la época con el que, sin consenso alguno, anunció la construcción, a largo plazo, de una idílica Roma en el lugar en el que, por aquel entonces, se asentaba la vieja capital del Imperio.
Por causas no esclarecidas, una noche la ciudad comenzó a arder y en cuestión de horas el fuego arrasó con los barrios más humildes. Aquello fue una auténtica tragedia y, evidentemente, todas las sospechas recayeron en Nerón, un personaje con escasa credibilidad, que rápidamente se apresuró a acusar a los cristianos, en aquel momento una especie de “fascistas” de los de ahora a quienes echaba la culpa de todo lo malo… Como era de esperar, Nerón también acabó asesinado de mala manera.
Cuando todos parecían estar curados de espanto y pensaban que la tendencia era mejorar, apareció Calígula… Un personaje egocéntrico y psicópata que se dedicaba a festejar, en lugar de gestionar, gobernando de manera caprichosa y personalista, favoreciendo a los que le eran afines y persiguiendo a los discrepantes. Se dice que con él la economía se hundió y que la degradación de las instituciones llegó a niveles, hasta entonces, inimaginables… Ni que decir tiene que la corta legislatura de Calígula también acabó bruscamente, con una contundente “moción de censura” al estilo de la época.
Estos son solo tres, pero ha habido muchos malos gobernantes a lo largo de la Historia de la Humanidad, que también, muchos de ellos, acabaron de forma trágica… Un punto en común para todos es que se creyeron más listos que lo que en realidad eran y que el poder les endiosó situándolos por encima del bien y del mal. Confundieron lo público con lo propio y la mayoría optó por el autoritarismo en lugar de por el consenso y la búsqueda del bien común.
Para la gran mayoría, que no estamos en labores de gobierno, puede que nos resulte complicado entender como una persona que llega a lo más alto y, a partir de ahí, con la vida resuelta, en lugar de dedicarse a la encomiable y gratísima labor del servicio público, intentando mejorar la vida de los ciudadanos, concentre sus esfuerzos en aquello que solo le viene bien a sus propios intereses y a seguir en el poder lo máximo posible, sin más finalidad que mantenerse en el poder.
A menudo este tipo de dirigentes acaba confundiendo la realidad con la ficción y, lo que es peor, hasta terminan creyéndose sus propias mentiras… Por muy mal que vayan las cosas, esta clase de mandatarios sigue forzando la situación provocando hartazgo e indignación hasta que la situación se agrava tanto que acaba yéndose de las manos, trayendo dolor y miseria para los gobernados.
Afortunadamente en la época actual somos más civilizados que en la Antigua Roma y ya no se cambia de dirigentes al método de entonces. Pero bien es verdad que algunos gobernantes harían bien en darse cuenta que su tiempo ha acabado y, en lugar de abusar del sistema democrático y de forzar las cosas hasta el final, deberían de echarse a un lado y dimitir… Seguro que al final se alegran de volver a recuperar su vida normal… y los ciudadanos también.
Ángel Alonso
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