domingo, 16 de mayo de 2021

Procurando no disgustar

Se acabó el estado de alarma. Como si estuvieran reviviendo las campanadas de fin de año y celebrando el Año Nuevo, en la madrugada del pasado domingo miles de jóvenes y otros muchos no tan jóvenes, se lanzaron a exteriorizar su alegría en algunas de las principales capitales españolas…

“Somos libres”, gritaban algunos a grito pelado, desprovistos de mascarillas… “Se acabó la pandemia”, se desgañitaba otro chupando cámara en los informativos televisivos… “Lo hemos pasado muy mal, pero ya se acabó”, se justificaba un grupo de chicas desprovistas de mascarillas… “Uh, uh, uh”, coreaba un grupete de entusiastas, también sin mascarillas, mientras ponían a prueba las leyes de la física tratando de retener, con poco éxito, la cerveza en el interior de un vaso de cartón, mientras saltaban como posesos emulando a los bravos guerreros masai, que habitan las tierras próximas al Ngorongoro… ¿Y ahora qué? Pues no se sabe o ya veremos.

Dice el presidente del Gobierno que las Comunidades Autónomas “tienen suficientes herramientas legales para controlar los contagios” y que ya no habrá más estados de alarma “porque eso ya es parte del pasado y que el presente y futuro son las vacunas”. Y ya está… Como es un hombre honesto, enemigo de la mentira, habrá que confiar en él…

Seguro que un gran número de ciudadanos ejemplares asumirán devotamente el mantra presidencial y, como gente de bien, acatarán de buen grado el porqué, después de catorce meses de pandemia y tras seis seguidos de estado de alarma, no hay una legislación clara que facilite la gestión de las Comunidades Autónomas y que tampoco haya un plan alternativo que pudiese evitar una nueva ola de contagios.

Pero el problema es que siempre hay gente malpensada, con la mente sucia… “Fascistas”, como se dice ahora, que pudieran llegar a sospechar que el Gobierno pudiera estar eludiendo su responsabilidad y haciendo dejación de funciones en la gestión de algo tan serio como es una crisis sanitaria, que cada día se cobra muchas vidas.

El caso es que esos mismos díscolos montaraces, que previsiblemente en las elecciones de Madrid incluso habrán sido capaces de votar a Isabel Díaz Ayuso, estarán vertiendo dudas y “buscando tres pies al gato” a propósito de las repentinas dimisiones de varios altos cargos de los equipos económicos de la Moncloa y del Ministerio de Economía. Seguro que ya están haciendo conjeturas y levantando suspicacias sobre la situación económica en España y su plan de recuperación, en lugar de hacer caso a nuestro esforzado presidente que reclama unidad en torno a él y que se desvive subiéndonos los impuestos por nuestro bien.

Lo malo es que esos mismos insumisos del maravilloso modelo de pobreza y subvenciones que propone el Gobierno, seguro que ya están interrelacionando y buscando alguna retorcida conexión entre dejación de funciones, dimisión de altos cargos de economía y subida de impuestos.

Y es posible que, a buen seguro, más temprano que tarde, acaben esgrimiendo una increíble y peregrina teoría como que la economía española es un auténtico desastre y que sus expectativas de futuro son también catastróficas… Que por eso están dimitiendo los altos cargos de Economía y cada día nos van anunciando progresistas subidas de impuestos… O que además de por saturar a los jueces y dejar la responsabilidad a las Comunidades Autónomas, la ausencia de medidas, tras la desaparición del estado de alarma, vendría también motivada por la extrema necesidad de activar en lo posible la economía y comenzar a recaudar impuestos porque las arcas públicas están tiesas… Algo impensable…

Por eso, a todos los desagradecidos que critican al presidente del Gobierno les pediría que dejen de hacerlo, no vaya a ser que al final se disguste y dimita, y al final nos quedemos sin gobierno de progreso… y a ver qué hacemos luego…

                                                                                                          Ángel Alonso 

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