Reconozco que llevo un mes perplejo por lo que está sucediendo en
nuestro país. Estamos tan envueltos en la vorágine de acontecimientos que,
sinceramente, creo que no somos conscientes o no queremos darnos cuenta, de la
trascendencia y gravedad de lo que estamos viviendo.
Para empezar, no concibo cómo un señor con
tan solo ochenta y cuatro diputados, y después de perder por dos veces con los
peores resultados electorales de su partido, puede estar a estas horas
instalado en La Moncloa, como presidente del Gobierno, anunciando y aplicando
medidas que la gran mayoría de los españoles rechazaron en las últimas
elecciones. Cierto es que lo nuestro es un sistema parlamentario y que la suma
de los escaños del Congreso determina las mayorías. Fruto de ello ha sido el
resultado de la moción de censura que ha puesto punto final al anterior
Gobierno y a la retirada de la actividad política de quien lo presidía, pero
que no ha conseguido investir de verosimilitud al recién llegado.
El caso es que, de forma torticera y con
una evidente carencia de ética que le ha llevado a pactar con quienes pretenden
destruir España, Pedro Sánchez ha satisfecho su ambición personal de llegar a ser
presidente del Gobierno y amenaza con mantenerse hasta el final de la actual
legislatura. La cuestión es que, aunque los números den y la Legislación lo
permita, en política no todo debería de valer. Siendo legal, no resulta admisible
que un señor sin credibilidad y sin más programa que permanecer en el poder
hasta que las encuestas le sean favorables, para entonces convocar elecciones,
asuma la responsabilidad de decidir sobre el presente y futuro de los
españoles.
Porque el caso es que la mayoría de los
españoles, exhaustos tras apenas haber superado el desaguisado de José Luis
Rodríguez Zapatero, estamos temblando de miedo por la vuelta al zapaterismo en una versión mucho más nociva,
por las circunstancias y en el momento en el que llega, y porque ya sabemos a
dónde nos va a conducir.
Pedro Sánchez no se entera o, lo más
probable, no se quiere enterar, porque le da igual. A estas alturas, a la gran
mayoría de los ciudadanos nos trae sin cuidado su política de gestos y guiños
irresponsables, dirigidos a aumentar su cotización en las encuestas. El actual
líder socialista no se da cuenta de que con su oportunismo, ocurrencias y su demagoga
forma de gestionar cualquier asunto o situación, no levanta el más mínimo
entusiasmo entre la gran masa social.
Más al contrario, lo que a la mayoría nos
preocupa es que haga cosas… Con tan solo anunciarlas, ya nos inunda un profundo
desasosiego. Solo con imaginar la factura económica, social y de soberanía nacional
que vamos a tener que pagar por su desahogo presidencial, es como para
deprimirse… Si en apenas tres semanas de gobierno, el presidente Sánchez ya ha
incrementado el gasto para este año, en más de 2.500 millones de euros, ¿cómo
estarán las cuentas dentro de unos meses? Si de verdad se atreve a materializar
todo lo que dice que va a hacer, ¿quién lo va a pagar?
La respuesta para la última pregunta es
fácil… Nosotros… Los ciudadanos… Y en especial y como siempre, aquellos sujetos
a una nómina… Que nadie dude que cada ocurrencia irá acompañada de un gasto
extraordinario y para equilibrar las cuentas, se subirán los impuestos.
Cuando un líder político obtiene por dos
veces los peores resultados electorales de su partido, sabe que no tiene
posibilidades de ganar en el futuro, y en lugar de dimitir y dar paso a otro
líder, se las ingenia para conseguir el poder de forma chusca y gracias a
apoyos poco recomendables, algo está fallando en la política española…
Cuando alguien de un partido político, con
una representación en el Congreso de tan solo ochenta y cuatro diputados, es
capaz de llegar a ser presidente del Gobierno con el apoyo de aquellos que
desestabilizan y aspiran a dividir España, algo está fallando en la política
española…
Cuando hay líderes políticos que hacen de
la mentira un uso habitual y acaban normalizándola, sin que sufran consecuencia
alguna, algo está fallando en la política española…
Cuando alguien es capaz de llegar a
presidente del Gobierno sin presentar programa alguno, sin ningún tipo de
transparencia y, por tanto, sin que los ciudadanos sepan cuál es el precio y qué
concesiones hay que satisfacer a aquellos que le han ayudado a ganar la moción
de censura, algo está fallando en la política española…
Cuando hay un partido político con un
líder al que gran parte de sus miembros no quieren y que, al final, la
totalidad de los españoles nos lo tengamos tragar como presidente del Gobierno,
algo está fallando en la política española…
Cuando alguien consigue llegar a
presidente del Gobierno, a costa de lo que sea, y se dedica a estar pendiente
del márquetin, el postureo, los gestos, el populismo, la propaganda, el adanismo, los guiños, el buenismo, la
imagen, el control de los medios de comunicación y las encuestas, en vez de
preocuparse por lo que verdaderamente importa a los ciudadanos, algo está
fallando en la política española…
De momento, en las tres semanas que lleva
como presidente del Gobierno, da la sensación de que Pedro Sánchez solo ha
gobernado para separatistas y para inmigrantes ilegales. Aunque hay que
reconocer que también le ha dado tiempo a hacer más cosas, como conceder un par
de entrevistas de “baño y masaje”, especialmente la de RTVE; aportar completos
reportajes fotográficos al álbum de kennedy-obamamización
de su personaje, para contrarrestar la imagen negativa de haber llegado a La
Moncloa sin elecciones, aupado por compañeros poco deseables; o, también, haber
reabierto la matraca recurrente del Valle de los Caídos (que a estas alturas a
nadie o a pocos interesa), bajo la excusa de que “hay que acabar con los
símbolos que dividen”, intención que, parece ser, tan solo tiene como razón, en
sí misma, la de cambiar de lugar los restos de Franco (algo que a la inmensa
mayoría de los ciudadanos trae perfectamente sin cuidado).
Cuando menos resulta curioso que, en su
particular apreciación, para Pedro Sánchez lo de “acabar con los símbolos que
dividen” cae siempre del mismo lado y, por eso, nunca afectaría a los “lazos
amarillos y las esteladas” de los
independentistas catalanes (no sea que se enfaden), ni los radicalismos
religiosos de quienes han decidido vivir entre nosotros (faltaría más). Debe
ser, según Sánchez, que este tipo de símbolos no dividen… Resulta un poco
chocante que el actual presidente del Gobierno esté predispuesto a dar
“carpetazo” y una solución de urgencia al asunto del terrorismo y los políticos
presos independentistas, y, sin embargo, siga a vueltas con la Guerra Civil,
que acabó hace casi ochenta años, y que a estas alturas, salvo para él y pocos
más, la inmensa mayoría de los españoles consideramos superada hace ya varias
décadas.
El futuro no pinta nada bien. Si no se
convocan elecciones antes (todo dependerá de alcanzar el momento más favorable
en las encuestas, antes de que comience a bajar la intención de voto), nos
esperan casi dos años de inmovilismo en lo esencial e importante para los
ciudadanos (consecuencia directa de tan solo disponer de ochenta y cuatro
diputados), pero muy cargados en la simbología, los gestos, los anuncios y la
propaganda. En realidad, desde el momento que Pedro Sánchez ganó la moción de
censura, dio comienzo una larga campaña electoral, con todos los recursos a
favor, cuyo principal objetivo es mantener al PSOE en las instituciones, al
menos, hasta el año 2024.
Por su parte el Partido Popular tiene la
obligación de plantear una severa y seria oposición, para tratar de frenar, o
al menos denunciar, aquello que perjudique a los intereses del conjunto de los
españoles. De momento, ahora mismo, tiene la oportunidad de rehacerse y volver
a constituirse en un bloque sólido, capaz de volver a ilusionar a los votantes
e intentar recuperar el Gobierno lo antes posible. Para ello el PP tiene que
solventar su actual encrucijada y acertar en la elección de su futuro
presidente. En el proceso, mal harían los populares en enredarse en luchas
internas o en dejarse llevar por las “modas políticas” actuales. De entre
todos, el PP tiene dos candidatas, sólidas, solventes y preparadas, que podrían
marcar la diferencia a la hora de ganar futuras elecciones.
Lamentablemente las otras opciones suenan
más a lo de siempre: oportunismo, imagen, márquetin, guiños, populismo, postureo…
En definitiva, el perfil de otro vendehúmos
más para añadir al panorama político actual, instalado en la ocurrencia y el cortoplacismo… Seguramente alguien incapaz
de aportar algo novedoso que contribuya a ganar unas elecciones… Algo con lo
que parece contar y “haría el juego” al actual presidente Pedro Sánchez, ahora
situado en la privilegiada y mediática posición de “inquilino” de La Moncloa.
Según la ley del péndulo, lo previsible es que después de esta etapa de “convulsión,
glamour ministerial y derribo de lo
anterior”, inevitablemente volvamos a otra de “responsabilidad, austeridad y
construcción…” Lo peor es la frustración que muchos podemos llegar a sentir por
tener que volver a repetir los infames tiempos del zapaterismo, que tanto nos ha costado superar… La principal
diferencia es que, en aquella ocasión, nosotros mismos nos lo buscamos porque
el presidente Zapatero ganó las elecciones generales por dos veces. Casualmente
las mismas que ha perdido el señor Pedro Sánchez con los peores resultados de
la historia de su partido. Bagaje con el que ha llegado a la Presidencia del
Gobierno.
Obligados por nuestro sistema democrático
y por la actual Constitución, a la que tanto bueno debemos, no nos queda otra
que tratar de aguantar lo que nos echen… El panorama es muy desalentador y habrá
que sacar fuerzas de donde sea, para soportar el adoctrinamiento, la
manipulación informativa, la propaganda, las provocaciones y abusos
independentistas, el reparto desigual de los recursos, el despilfarro económico,
en ocasiones el bochorno y la vergüenza ajena, las consecuencias de las
ocurrencias y el buenismo, las concesiones a los que quieren dividir España y a
los españoles, y el tradicional descalabro económico socialista zapaterista, agravado en su versión sanchista…
Al menos que nada nos impida suspirar por
la rápida llegada de tiempos mejores… Lo que vienen a ser… Eso sí… Suspiros de España…
Ángel
Alonso
Créditos Vídeo:
Suspiros de España
A. Álvarez
Concierto de Voces para la Paz 2010.
Auditorio Nacional de Música.
Madrid, 13 de Junio de 2010.
Director: Miguel Roa
Ver proyecto en www.vocesparalapaz.com
https://www.youtube.com/watch?v=S6w3SYyIGlk
https://www.youtube.com/watch?v=S6w3SYyIGlk
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