En el mundo de la aventura,
como ocurre en la vida misma, hay veces en que las cosas salen bien y otras en
las que salen mal. Hay ocasiones en las que los objetivos se cumplen y
oportunidades en las que no.
Pero, a diferencia de
cualquier otro tipo de deporte o actividad, en el mundo de la aventura no se
gana o se pierde. No salen las cosas bien o mal. La diferencia está en que las
cosas se intentan o no se intentan. Se hacen o no se hacen. Se vive o no se vive.
En cualquier empresa de
resultado incierto el intentar conseguir unos objetivos y no lograrlos, forma
parte de los riesgos del juego. Si lo conseguimos, tenemos garantizados grandes
momentos de felicidad interior, pero, si ocurre lo contrario, no debemos de
dejar que el abatimiento nos invada.
En cualquier caso, el
verdadero atractivo en el mundo de la aventura, está precisamente en eso mismo:
en sortear lo que está por venir. El lanzarse a lo desconocido o el embarcase
en alguna empresa de resultado incierto. ¡Ahí está la esencia de la aventura,
el sabor de la vida y, también, la ilusión por lo desconocido!
Todo forma parte de una larga
travesía, lo bueno y lo malo, y, aunque a veces se equivoque el rumbo y las
adversidades o las circunstancias se vuelvan contra nosotros, lo importante en
la vida es levantarse, una y mil veces, hasta completar los ciclos.
No es bueno perder el rumbo ni
exagerar las pasiones. Si hay algo que necesita de un gran esfuerzo y de un
ánimo a prueba de adversidades, es el día a día, la aventura de la vida. Una expedición
muy dura, en la que todos nos jugamos mucho, y en la que nadie está exento de
tener que solventar ocasiones en las que el mayor reto consiste, simplemente,
en sobrevivir.
Ángel Alonso
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