A estas alturas del siglo XXI,
todavía hay personas que sienten en su piel el romanticismo de los viajes y son
capaces de vivir la emoción de descubrir algo nuevo en cada rincón del mundo y
de adivinar nuevas fronteras.
El cielo y las profundidades de
la Tierra, montañas, mar, ríos, polos y desiertos son el destino de quienes, en
busca de conocimientos y aventura, se adentran en ellos dispuestos a medirse
con las fuerzas de la Naturaleza.
Seguramente obedeciendo a alguna
explicación sociológica, hoy en día vivimos un momento de auge de la literatura
de viajes y del redescubrimiento de los grandes exploradores. El interés por
las expediciones a lugares remotos está más vivo que nunca.
No obstante, a pesar de la gran cantidad de experiencias
que se organizan actualmente y que muchas de ellas pueden ser interesantes,
solamente merecen ser destacadas aquellas aventuras que nacen del eterno
impulso humano que, desde Marco Polo hasta Thor Heyerdahl, nos incita a poner a
prueba nuestras fuerzas, ingenio y sabiduría, sólo por la necesidad de reducir
los márgenes de lo desconocido.
Ángel Alonso
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