Se han cumplido ya dieciocho años
desde que, un sábado 11 de mayo por la mañana, éste que suscribe se pusiera por
primera vez delante de un micrófono para salir a las ondas con un programita radiofónico sobre algo tan
novedoso, por aquel entonces, como era el mundo de los viajes, de la
exploración y de la aventura.
El crimen se había fraguado un par de meses antes cuando mi muy
apreciado Paco Almagro, a la sazón director comercial de Radio Isla, me convenció
de que “lo mío era la radio”, medio
que me asustaba bastante y en el que no tenía más experiencia que la de haber
asistido a las clases y a las prácticas de una asignatura en la que apenas
obtuve un seis, en el cómputo de la Licenciatura de Ciencias de la Información.
Recuerdo aquel programa, con el
que debuté en el mundo de la radio, como una auténtica pesadilla. Los nervios
me atenazaban y trataba de aferrarme al guión, que con tanto empeño había
escrito, mientras todo el mundo a mi alrededor hacía lo que le daba la gana.
Intentaba hablar e incluso decir algo coherente, pero aquellos deseos se veían
dificultados por el terror que me invadía en aquellos momentos y por el afán de
un numeroso grupo de supuestos amigos
que, al otro lado del cristal del estudio, se empeñaba en ayudarme a través de
extraños gestos, escuetas palabras en pizarras de velleda o mensajes,
para mí ininteligibles, articulados con gran excitación por línea interna.
Aunque ya ha pasado mucho tiempo,
todavía me asaltan los recuerdos sobre aquel primer programa que considero como
el más largo de mi vida. De vez en cuando, todavía me despierto sobresaltado
recordando cómo, entre cada intervención de
invitados y colaboradores, el reloj parecía burlarse de mí, avanzando
muy despacio, desafiándome a llenar esos espacios con un mínimo de dignidad.
Durante los bloques de
publicidad, y entre la avalancha de consejos, mi pensamiento trataba de decidir
si, al final del programa, salía de incógnito de la emisora y cambiaba de país
para evitar un linchamiento, o, por el contrario, acababa de forma honrosa allí
mismo, al estilo de los legendarios samuráis.
Para sorpresa mía sobreviví a aquella
terrible experiencia y, desde entonces, he intentado disfrutar de tres de mis
grandes pasiones como son el periodismo, la aventura y los amigos. A pesar de
haberme esforzado, soy consciente de no haber mejorado mucho, por lo que, por
descarte, estoy totalmente convencido de que si el programa funcionó, el mérito
fue de los colaboradores, invitados, realizadores y del resto del equipo de Objetivo:
La Luna, porque fueron los mejores profesionales que podían reunirse en un
programa de radio y porque convirtieron cada cita del domingo en un auténtico
placer.
Por eso quiero aprovechar esta oportunidad
para, con motivo de esta pequeña efemérides, agradecer la generosidad de
aquellos que apostaron por nosotros (Radio Isla, Radio Club Tenerife – Cadena
SER, instituciones, patrocinadores, amigos…) y el trabajo y el talento de todos
los que, desde la edición número uno a la quinientos ocho y motivados por una
audiencia extraordinaria, hicimos de Objetivo: La Luna una maravillosa
realidad durante trece temporadas en la radiodifusión canaria. Una apasionante
aventura que, estoy seguro, a muchos nos gustaría volver a vivir… ¿Te apuntas?
Muchas gracias a todos y un fuerte abrazo.
Ángel Alonso
Director de Objetivo:
La Luna
Efectivamente, tu primer programa fue una mierda pinchada en un palo (Tú y tu manía de gionizarlo todo y venir de casa con el texto aprendido).
ResponderEliminarMenos mal que con el tiempo te soltaste hasta hacer un grandísimo programa de radio.
Y gracias por la mención.
Se le quiere.
Paco Almagro.
Gracias Paco... Para bien o para mal tú fuiste el padrino de la criatura. Un abrazo.
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