lunes, 31 de marzo de 2014

Todo por la cerveza

Me gusta la cerveza. No es ningún secreto y todos los que me conocen lo saben. Pero no solo me gusta bebérmela, también me interesa todo lo que se habla o escribe sobre ella.



Por eso me llamaron la atención los estudios llevados a cabo por el biólogo e historiador alemán Josef H. Reichholf, de la Universidad Técnica de Múnich, hace ya algunos años. En ellos asegura que el hombre no abandonó la vida nómada para cultivar el campo, sino que las razones obedecieron a una razón mucho más elevada como la de fabricar cerveza, lógicamente, para bebérsela.

Según Reichholf el cultivo de cereales y con él el inicio de la agricultura, no obedeció a la necesidad de procurar alimento, sino que aprendió su cultivo y rentabilidad recolectora con el propósito de fermentarlos para obtener una riquísima cerveza. Parece ser que los primeros asentamientos humanos se dieron en Oriente Medio en una época en la que la caza era abundante y la agricultura no era necesaria como medio de subsistencia. El hombre del Neolítico era eminentemente cazador y trabajar los duros campos no entraba en absoluto en sus planes como medio para conseguirse el sustento diario.

Gracias al descubrimiento de la cerveza y a su, cada vez, mayor demanda nació la agricultura y, con ella, el hombre se hizo sedentario y nacieron los poblados, y luego las ciudades, después las civilizaciones, y más tarde las naciones… La cerveza facilitó las relaciones sociales y sus efectos de embriaguez quizás fueran tenidos, al menos al principio, como mágicos.

No dejo de pensar lo agradable que resultaría para aquellos antepasados, el tomarse unos buenos tragos de cerveza, en compañía de los colegas, tras un duro día de cacería… Suena muy bien, pero no por eso dejo de pensar que por culpa de la cerveza hoy estamos de hipotecas hasta el cuello y no levantamos cabeza por culpa de la dichosa crisis. Parece mentira que una mala resaca pueda llegar a durar tanto.

Ángel Alonso


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