martes, 4 de marzo de 2014

El enigma del leopardo y del elefante en el techo de África

Por estos días me ha vuelto a venir a la mente mi ascensión al Kilimanjaro. Fue hace más de nueve años y recuerdo que fue una experiencia fantástica por poder ver y tocar lo que, en el futuro, tan sólo se podrá observar en fotografías e imágenes del pasado.


Haber visto y pisado las legendarias nieves del Kilimanjaro significa sentirse un auténtico privilegiado. Según algunos estudios dentro de unos diez o, a lo sumo, quince años, las nieves que inmortalizara Hemingway desaparecerán irremediablemente de las cumbres del símbolo de África y señor de la sabana… La Casa de Dios, como lo llaman los masai.

Recuerdo que mientras ascendía aún me quedaba tiempo para soñar con sus cimas y tenía la ilusión de descubrir sus rarezas románticas como la del leopardo congelado cerca de la cumbre, o la de los restos del elefante descubierto a más de 5.000 metros. Pero al final no fue así, el cansancio mermó mi capacidad y las ganas de realizar una observación más concienzuda.

El guía aseguraba que los restos estaban ahí y mi imaginación se desbordó buscando las causas por las que un leopardo y un elefante iniciaron el camino sin retorno hacia el cielo de África. ¿Qué pudo lanzar a esas bestias a abandonar su entorno en la sabana o en la falda de la montaña, para adentrarse en un paisaje desconocido y, más tarde, letal?

Es seguro que los dos animales fuesen notando los efectos de la altura, el frío, el hambre e incluso la sed a medida que ascendían, pero… ¿Qué pudo impulsarles a continuar en contra de su instinto y qué buscaban? ¿Realmente eran conscientes de querer alcanzar las cimas del Monte Blanco, como lo denominan los chaga que habitan la zona?... ¿O pudiera ser que tan sólo se tratase de dos criaturas desorientadas y sin ninguna capacidad de supervivencia debido al cansancio?

En cualquier caso mis amigos, el leopardo y el elefante, seguirán para siempre en la cima del Kilimanjaro desafiando a los científicos que busquen una explicación y alimentando los corazones de los soñadores como yo, que vemos en ello una enigmática y preciosa historia, repleta de romanticismo.

Todo esto y más está ahí, en la montaña que, según los nativos, para su ascensión exige lo mejor y hace purgar lo peor de nosotros mismos. Un enorme templo natural con el que los masai puede que estén en lo cierto y, entre las nieves de sus cumbres, es posible que se encuentre la Casa de Dios.
                                                                                                Ángel Alonso

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