domingo, 28 de julio de 2013

Todos llevamos dentro un explorador

El mundo encierra aún muchos secretos por descubrir… La idea de que pisar lugares en los que el hombre aún no ha estado e imaginar paisajes que nunca han sido contemplados, calienta el ánimo de cualquier explorador y lo atrae como la miel a las moscas.



Nada resulta más irresistible que un vacío en el mapa o un lugar sin nombre. La necesidad de adentrarse por territorios desconocidos y experimentar la sensación excitante del descubrimiento, actúa como una poción mágica en el alma del explorador que le lleva a internarse en una naturaleza, a veces hostil y siempre salvaje, ponerse a prueba en manos de los elementos y, en ocasiones, arriesgar su propia vida.

Resulta difícil de explicar lo que se siente al contemplar la aurora boreal en una noche estrellada sobre la superficie helada del Ártico o la sacudida que nos produce en el alma el ver amanecer sobre la sabana africana.

Quien lo ha experimentado, jamás olvidará los olores y el sonido de la selva o la insignificancia y el temor que se siente al soportar una tormenta de viento y nieve en las alturas del Himalaya.

Para aquellos a los que les atraiga la mar, nunca encontrarán nada más placentero y excitante que sentir la brisa en la cara y escuchar el sonido del viento en las velas navegando por mares remotos. Y a los que les gusta elevarse sobre el suelo no habrá nada comparable a un vuelo en avioneta sobre el desierto, la selva o la sabana, o atravesar una gran cordillera en un inolvidable viaje en globo hacia lo desconocido.

Todavía el mundo presenta un maravilloso escenario donde vivir la aventura. De nosotros depende sacar el explorador que todos llevamos dentro, ya que no es posible pasarse la vida ante una puerta y no intentar abrirla…

El explorador de la época actual, al igual que el de todos los tiempos, siente el impulso de descubrir que hay más allá y de regresar para compartir sus hallazgos.
Ángel Alonso

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