A estas alturas del siglo XXI, todavía hay personas que sienten en su piel el romanticismo de los viajes y son capaces de vivir la emoción de descubrir algo nuevo en cada rincón del mundo y de adivinar nuevas fronteras.
¿Quién no ha soñado alguna vez con viajar a países remotos, adentrarse en parajes inmensos y misteriosos, visitar lugares perdidos o emular a antiguos exploradores? ¿Qué tal pasar unos “días de descanso” haciendo un poco de puénting en Nueva Zelanda, algo de rafting en el río Zambeze o una “relajante” inmersión con tiburones en Nueva Caledonia? ¿Y por qué no “desconectar” siguiendo los pasos de Marco Polo por la Ruta de la Seda, recorriendo el Camino del Inca, transitando por el desierto en una caravana de dromedarios o conviviendo con los nómadas de las estepas de Mongolia?
Si aún no lo hemos hecho, seguro que alguna vez en la vida hemos estado tentados en cambiar el apartamento playero por recorrer las junglas de la India a lomos de elefante… Dejar de visitar monumentos en una hermosa ciudad europea para, tan solo en una ocasión, contemplar a los osos polares en libertad… O elegir una travesía a caballo por las Montañas Rocosas canadienses, en lugar de un parque temático…
Es posible que seamos de los que creen que quizás ya está todo descubierto y que no hay lugar en la Tierra en el que el hombre no haya ya estado. Nada más lejos de la realidad. Todavía quedan cientos de montañas de más de siete mil metros que todavía no han sido ascendidas, sigue habiendo ríos que no han sido recorridos y grandes extensiones en las que, es posible, nunca ha pisado un ser humano. Todos ellos son lugares remotos, irresistibles para cualquiera que busque cosas nuevas con las que intentar saciar sus ansias de aventura.
Hoy en día, nada resulta más atractivo que descubrir los restos de una ciudad perdida, el tesoro de un barco hundido, los fósiles de desaparecidos animales, nuevas piezas de los ancestros del hombre actual o el poder fotografiar y hasta filmar a nuevos y desconocidos seres vivos en los lugares más perdidos e inaccesibles.
Porque, precisamente, de eso se trata… todos llevamos dentro un explorador y el mundo aún encierra muchos secretos por descubrir… Nos fascina la idea de pisar lugares remotos en los que el hombre aún no haya estado e imaginar paisajes que nunca hayan sido contemplados… Nada resulta más irresistible que un vacío en el mapa o un lugar sin nombre.
La necesidad de adentrarse por territorios desconocidos y experimentar la sensación excitante del descubrimiento, actúa como una poción mágica en el alma de los seres humanos, que los lleva a internarse en una naturaleza, a veces hostil y siempre salvaje, ponerse a prueba en manos de los elementos y, en ocasiones, arriesgar su propia vida.
En un mundo cada vez más globalizado, en el que, en tan solo en unas horas, podemos trasladarnos a cualquier lugar, todavía el planeta presenta un maravilloso escenario, repleto de lugares donde vivir nuestra particular aventura. Cada uno, dentro de nuestras capacidades, tenemos la posibilidad de, en algún momento, sacar el explorador que todos llevamos dentro, ya que no es posible pasarse la vida ante una puerta y no intentar abrirla… Ángel Alonso
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