Pertenezco a la generación en la que sus abuelos participaron en la Guerra Civil y sus padres sufrieron los rigores de la postguerra, trabajaron como bestias y protagonizaron el milagro económico de los sesenta…
Nos dieron una oportunidad y a ella nos agarramos… Nos educaron en la cultura del esfuerzo y aprendimos que no hay regalos que caigan del cielo y que las cosas que merecen la pena, cuestan mucho trabajo y mucho esfuerzo conseguirlas…
Cuando era pequeño, el mensaje que flotaba entre los de mi edad y que nos habían inculcado en el alma con tinta indeleble, era que, “para ser alguien el día de mañana”, había que ser muy trabajadores y estudiar mucho… y la gran mayoría así lo hicimos y no nos fue del todo mal… Debemos considerarnos muy afortunados por haber disfrutado del periodo de paz más largo de la Historia de Europa, y por haber recibido y sabido administrar el legado de nuestros padres.
Recibimos un país recién nacido a la Democracia y con él crecimos en valores y en sentimiento de unidad, como nación. Seguimos trabajando y ayudamos a construir un futuro en el mundo para España… Con nuestros más y nuestros menos, la cosa iba funcionando e incluso hubo quien acuñó la frase “España va bien…” y además lo parecía.
Pero una maldita mañana del 11 de marzo de 2004, una serie de ataques terroristas producidos en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, no solamente dejaron más de 190 muertos y alrededor de dos mil heridos, sino que también se llevaron por delante nuestra unidad y convivencia que, más de veinte años después, lejos de haberlas recuperado, cada vez está más deterioradas…
Aquel 11 de marzo de 2004, se produjo una convulsión tan fuerte que dejó a la sociedad en estado de shock… Grogui y ahogada en la incertidumbre y el dolor, la sociedad española no fue capaz de ver lo que se le venía encima… aprovechando aquella situación de vulnerabilidad se nos colaron las reminiscencias durmientes de lo que quedó por ahí tras la caída del Muro de Berlín y, mutadas en populismo, se encargaron de hospedarse en la sociedad española, contagiándola poco a poco, de cizaña y de radicalismo.
Aquel proyecto de España que mi generación heredó de nuestros padres y que nos esforzamos en construir y mejorar para darle un futuro aún mejor a nuestros hijos, ya no existe.
El concepto bien común, se ha travestido en bien solo para unos pocos… La cultura del esfuerzo suena a algo trasnochado y ahora de lo que se trata es de moverse y saber elegir el árbol al que arrimarse… Si se quiere ser alguien el día de mañana, los principios y valores tradicionales, han sido relegados por el oportunismo y la falta de escrúpulos… y lo cierto es que cada vez el panorama es más gris y el futuro pinta peor.
Y ahí es donde fracasa nuestra generación porque, mucho me temo, el legado que les estamos dejando a nuestros hijos es peor que el que recibimos de nuestros padres… Y no nos andemos con paños calientes… No lo hemos sabido ver venir y, por tanto, la culpa es nuestra.
Ángel
Alonso
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