Vivimos tiempos convulsos, la incertidumbre impregna el hoy y el mañana y da la sensación de que las cosas suceden a mayor velocidad… Los conflictos y choque de intereses están configurando un nuevo orden mundial, en el que cada uno trata de situarse lo mejor posible…
¿Pero por qué ocurren estos cambios, precisamente ahora, y qué provoca las prisas por hacerse con el control de territorios y recursos?
“El tiempo es oro”, la frase que acuñara Benjamín Franklin puede que haya adquirido, literalmente, su dimensión… o, tal vez y para ser más exactos, ¿deberíamos decir, “el tiempo son tierras raras”?
En 1967 se firmó lo que se conoce a nivel popular como el Tratado del Espacio Ultraterrestre, en cuyo texto podemos leer que: “El espacio ultraterrestre no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera.” Entre otras muchas cosas el Tratado también declara que “la Luna solo se utilizará para fines pacíficos”.
Incluso, para el seguimiento del Tratado del Espacio Ultraterrestre, se abrió la Oficina de las Naciones Unidas para los Asuntos del Espacio Exterior, con sede en Viena y que, a su vez, cuenta con un Comité sobre los Usos Pacíficos del Espacio Exterior, conocido como COPUOS, por sus siglas en inglés, y que está subordinado a la Cuarta Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas y que, posteriormente, adoptaría una “resolución anual sobre la cooperación internacional en los usos pacíficos del espacio exterior.”
Y entonces, ¿dónde está el problema? Pues la posible discordia, más que posible germen de la discordia actual, viene por la elaboración, años después, en 1979, del Tratado sobre la Luna, elaborado por COPUOS y con todas las bendiciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que, seguro que a pocos sorprenderá, no fue firmado, ni ratificado, por Rusia, China ni Estados Unidos.
Por lo que se desprende que el Tratado sobre la Luna, que entre otras muchas cosas, establece que “la Luna y sus recursos naturales no podrán ser propiedad de ninguna organización ni de un privado” y que, por tanto, evita la “apropiación nacional” en el satélite natural de la Tierra; sin la involucración de las grandes potencias con capacidad aeroespacial, no vale absolutamente nada.
De ahí la importancia de las tierras raras, imprescindibles para las modernas tecnologías y la industria espacial, y de ahí las prisas por hacerse con la mayor cantidad posible de ellas y, a ser posible, que no dispongan de ellas la competencia.
Ahora que la navegación espacial ya no se limita solo a los Estados poderosos, que salir al espacio se está abaratando y que ya está al alcance de empresas privadas, se ha abierto la competición para explotar los recursos de la Luna… Lo siguiente será o, para ser más exactos, está siendo una carrera frenética por tomar la delantera y ser los primeros en tomar posesión y establecer el control de lo que hasta ahora parecía inalcanzable e incontrolable… el Espacio Ultraterrestre. Ángel Alonso
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