jueves, 13 de junio de 2024

Asilo Arkham

Siempre es reconfortante ver a la gente sonriente y celebrando cosas… Empáticamente es agradable y saludable alegrarnos cuando a los demás les va bien…

Ver a la gente feliz es una de las aspiraciones de cualquier biennacido, máxime si vivimos en sociedad, y compartimos valores y territorio. Por proximidad, siempre que a nuestro alrededor hay alguien irradiando alegría, acabamos contagiándonos de su energía positiva y nuestra vida cambia para mejor…

Pero, está visto que no siempre funciona… Por mucho que veo sonreír y a veces reírse a carcajadas al tío del fango, no solo no hace ninguna gracia, sino que provoca rechazo, a la vez que resulta inquietante.

Es lógico pensar que, para poder mantener una expresiva sonrisa durante todo el tiempo, hay que ponerse algún potingue o disponer de una cara muy dura… Tiene mucho mérito… Da igual que los problemas se amontonen, los escándalos se solapen, la adversidad le persiga, que haga el ridículo con meritoria perseverancia y que no se sea capaz de hacer nada de provecho… Da igual, el espectáculo debe continuar.

Lo malo de reírse tanto, todo el rato, es que la cara se acaba poniendo rara y a veces cuesta aguantar un primer plano en televisión… Por mucho que le maquillen a uno y se busque que favorezca la iluminación, al final el alma se acaba viendo reflejada en la cara y los surcos de la oscuridad terminan asomando en cada gesto y en cada mueca.

Hay que admitir que, si no se dispone de un retrato maldito, al estilo del de Dorian Grey, en el que mantener en la intimidad el desasosiego, la ansiedad, la frustración, las mentiras, la maldad, la ambición desmedida, el egocentrismo o los brotes psicóticos, por mucho que uno no pare de reírse, al final todo ello acaba viéndose reflejado en la cara y en la mirada…

Alguien me ha dicho recientemente que al tío del fango se le está poniendo cara de adversario de Batman… de personaje estrafalario al estilo del Jóker, del Pingüino, Dos Caras, el Espantapájaros, el Relojero, el Sombrerero… Personajes todos ellos vanidosos y egocéntricos, con un alto componente psicótico y con tendencia a la risa…

Conviene recordar que, al final, todos ellos acaban como huéspedes del Asilo Arkham, pero, eso sí, sin dejar nunca de sonreír…

Ángel Alonso

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