La historia y las hemerotecas nos dicen que cuanto más radicales son las sectas, peor acaban…
Si nos atemos a la definición más aceptada de secta, podríamos definirla como el conjunto de seguidores de una doctrina ideológica o religiosa concreta, que representa una “sección” o un “sector” desprendido de un conjunto más amplio, o bien que se ha “cortado”, “separado”, “desgajado…”
En cualquiera de los casos, la palabra secta posee siempre una connotación de división o ruptura de un grupo ideológico, social, cultural, religioso, político, esotérico, etc. que tiene, en el origen de la escisión, a un maestro, líder o gurú, al que el grupo ha seguido, con obediencia pastueña, hasta acabar altamente diferenciado y ocasionando un alto grado de tensión con la sociedad circundante.
Ni que decir tiene que las sectas generan una gran preocupación en la sociedad, teniendo en cuenta que algunos de esos grupos sectarios pueden resultar muy peligrosos y, por el daño que pueden ocasionar, se las conoce como “sectas destructivas”.
Pero, por su complejidad, dejando fuera a la mayor parte de los tipos de sectas, para centrarnos únicamente en las sectas con connotaciones ideológicas y políticas… empezaremos por tratar de aclarar, ¿cómo son y qué características comunes tienen?
Lo más importante que necesita una secta es inocular en el subconsciente de sus miembros el culto al líder, otorgándole un control total del grupo y de sus integrantes. Cualquier secta ideológica o política que se precie, creará un modelo de organización que asegure su autosuficiencia colectiva y garantice su supervivencia, al menos, a medio plazo… Para ello, además de colonizar al máximo las instituciones, el sector económico, los medios de comunicación, y la educación y cultura, entre otros, también creará e inculcará un “relato” entre sus partidarios, para transmitir, lo que ellos acogen como la “verdadera” doctrina, que no solo busca autoconvencerse de que todo fin justifica los medios, sino que también busca señalar al adversario o al disidente, elevándolo, si es menester, a la categoría de enemigo…
Al mismo tiempo, la secta ya se cuida de utilizar con sus miembros las técnicas de persuasión coercitivas necesarias que propicien el pensamiento único y, con ello, la eliminación de cualquier tipo de disidencia entre sus miembros, con la consiguiente restricción a la libertad de expresión de los integrantes del grupo.
Lo que sigue lo podemos imaginar… La máxima intromisión posible, desde las instituciones en cuestiones morales, clasificando lo correcto y lo que no lo es… la eliminación de los cortafuegos y separación de poderes… el actuar sintiéndose por encima de la Ley… la corrupción justificada como instrumento al servicio de un supuesto fin superior… el control y utilización en beneficio propio de la educación, la sanidad y la cultura… o, también, el uso de la violencia, no necesariamente física, en un afán de defensa paranoica y en abierta intolerancia hacia el adversario, o a todo aquel que no comulga o se somete a los intereses de la secta.
¿Les suena? Pues eso… Ángel Alonso
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