jueves, 19 de octubre de 2023

Los trapos sucios

Ya lo dijo Josep Tarradellas, el que fuera, primero en el exilio y después, desde 1977 tras la reinstauración de la democracia, presidente de la Generalitat, en una de sus frases más célebres: “en política se puede hacer de todo, menos el ridículo”.

Pues en esas estamos… Bochorno ajeno, día sí y día también… Agrandando a cada oportunidad el lodazal de la indignidad y lo que es peor, retozando y agitando la masa viscosa que lo enfanga todo, que no para de acumularse y cuyo nivel de profundidad amenaza seriamente a los que pilla con la boca abierta…

Está claro que el esperpento político que vivimos a diario no es el entorno más propicio para encontrar a demasiados conocedores de la figura de Josep Tarradellas y menos aún que apareciese algún ferviente cumplidor del mensaje de la célebre frase… Evidentemente, si no fuera por la gravedad y la inquietud que genera, la situación sería para no parar de reír, pero, desgraciadamente, la cosa hace ya tiempo que no tiene ni chispa de gracia…

En un mundo, cada vez más agitado y peligroso, no tranquiliza nada el ver en manos de quienes estamos para que nos protejan y velen por nuestros intereses… Da miedo… Como país, en muy poco tiempo hemos dilapidado el prestigio internacional que habíamos sabido construir durante muchos años. Sin ir más lejos, ahora que una nueva guerra ha estallado en Oriente Próximo, conviene recordar el papel de sólido mediador que protagonizó España, albergando las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos, con los gobiernos de Felipe González y José María Aznar… Ahora no sólo ya no pintamos nada, sino que ni siquiera nosotros mismos sabemos dónde estamos…

El actual escaparate que proporciona la presidencia de turno de la Unión Europea, tan sólo nos está sirviendo para evidenciar nuestras carencias y destapar la forma pueril de tratar los asuntos importantes. No sólo no se aportan soluciones, ni se vislumbra avance alguno, sino que se propicia nuestra pasividad, a modo de potente sedante, mientras, inexorablemente, nos encaminamos hacia un futuro inmediato nada tranquilizador.

Sigo siendo de la opinión de que el Estado se defiende a sí mismo, lo malo es que, claramente, cada vez está más debilitado y no se debe infravalorar la capacidad de aquellos que quieren destruirlo. Como espectadores, asistimos a una obra de teatro, pesimamente improvisada, en la que algunos buscan un desenlace, pero que nadie sabe qué es lo que va a pasar…

Mientras tanto el mundo no se para y nosotros somos tan catetos que no perdemos oportunidad de quedar en evidencia aireando nuestras miserias y nuestros trapos sucios ante cualquiera y ante quien sea… incluida la comunidad internacional… Así nos va y peor nos va a ir.

                                                                                            Ángel Alonso 

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