Ya estamos otra vez por aquí… Ha sido un verano raro, otro más, que se une a los veranos atípicos de los últimos años. Vivimos demasiado deprisa y quizás eso sea malvivir. Estamos inmersos en un frenesí de acontecimientos que nos mantienen continuamente acelerados y que hace que tengamos la perspectiva de lo que sucedió la semana pasada, como algo que ocurrió ya hace meses.
No cabe duda de que vivimos tiempos convulsos, de transición hacia algo que no sabemos lo que es, pero que, al menos a mí, no termina de convencerme.
Hoy en día tenemos la posibilidad de estar más informados que nunca. En tan sólo unos minutos, es posible estar al corriente de cualquier noticia que se haya producido en cualquier rincón del planeta. Pero, lamentablemente, esa mayor facilidad para generar información y gestionarla, nos hace más vulnerables y expuestos a ser manipulados por aquellos que no tienen escrúpulos y tan sólo les interesa ellos mismos.
El control y la gestión de la información permite a muy pocos orientar la opinión e influir en el criterio de las masas en beneficio propio. Resulta sorprendente los manipulables que somos y lo fácilmente que encajamos en los perfiles estándar en los que nos encasillan y a los que dirigen los mensajes que, poco a poco, van reduciendo nuestras individualidades hasta hacernos dóciles y receptivos a las influencias que nos quieran administrar para consumo.
El resultado es que cada vez somos más sumisos y, también, más idiotas. No vemos más allá de lo inmediato e interiorizamos y hacemos nuestra, cualquier cosa que nos pongan por delante. Sin comerlo ni beberlo, de repente nos vemos polemizando apasionadamente sobre cosas de las que poco antes no sabíamos y, menos aún, teníamos criterio o interés por el asunto.
Se trata de dividirnos y de que, si no queremos vernos señalados y fuera del esquema moral e intelectual que han diseñado para nosotros, nos aglutinaremos en la línea argumental considerada decorosa y políticamente correcta. De esta forma el criterio y la rebeldía son reemplazados por la consigna y la mansedumbre. Donde antes había opinión y libertad, ahora reina el silencio y el consentimiento. Poco a poco vamos tragando con todo, sea lo que sea, y lo peor es que empezamos a verlo como algo normal porque nos lo dan envuelto en retórica y demagogia. Mientras tanto, de lo importante, apenas nos enteramos.
Es cierto que, a menudo, la vida diaria nos sumerge en un mar tan lleno de incertidumbres y acontecimientos que, de tanto luchar para vivir, al final no vivimos… el enfrentarnos a nuestra propia aventura vital nos exige tal esfuerzo que apenas nos permite tomar conciencia de lo que hacemos.
Está claro que necesitamos un respiro… Un poco de pausa y sosiego que nos permita levantar la cabeza y tomarle el pulso a la realidad. Sería bueno para tomar conciencia, reflexionar y mirar al futuro, y aplicar nuestro propio criterio para saber lo que es mejor y lo que no… Suena bien, pero la realidad nos dice que tengamos claro, que no nos lo van a permitir.
Ángel
Alonso
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