Hace algunas semanas que se publicó un
informe, auspiciado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que, entre
otras muchas cosas, buscaba la mentalización de la población de todo el mundo
sobre la escasez del agua potable en algunas regiones.
Al día de hoy casi el 20 por ciento de
la población, unos mil doscientos millones de personas, no tiene acceso al agua
potable y unos 2.500 millones no disponen actualmente de servicios básicos de saneamiento…
Según un informe de Cruz Roja, cada 15 segundos muere un niño en el mundo por
falta de agua potable. Es decir, en el tiempo que dura un capítulo de nuestra
serie televisiva favorita mueren más de 200 menores por alguna enfermedad
causada por la falta de agua potable, un saneamiento inadecuado o una higiene
precaria.
La falta de agua potable, pero también
en muchas ocasiones la ausencia de la cultura de la higiene, hacen que un
tercio de la mortandad de los niños menores de cinco años que se produce por
diarreas, se podría evitar con tan sólo lavarse las manos con agua y jabón.
Recuerdo la impresión que me hizo cuando
en el Tíbet visité un campamento de alta montaña de los habitantes de la zona y
asistí a como los nativos, después de alimentar el fuego con los excrementos
secos de los yak, se ponían a comer tranquilamente sin solución de
continuidad y con las mismas manos, sin mediar ningún tipo de higiene… De
hecho, entre los habitantes de las altas montañas del Himalaya, existe la
costumbre de no bañarse nunca o muy raramente.
Además de los niños, el otro colectivo
más expuesto a las enfermedades transmitidas por el agua no potable es el de
las mujeres, por ser tradicionalmente las encargadas de las labores del hogar y
el riego de las cosechas. A esto hay que añadir que, a partir de la pubertad,
muchas niñas tienen que dejar de ir a la escuela por la falta de higiene y la
ausencia de privacidad a la hora de hacer sus necesidades.
Escuchando estos datos resulta inmoral
como, a veces, derrochamos el agua que tan fácil obtenemos con tan sólo abrir
el grifo y la falta de sensibilización que mostramos ante el ahorro y la buena
administración de este bien tan preciado y tan escaso, como es el agua potable.
Ángel Alonso
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