Los seres humanos actuales somos fruto
de la guerra… No cabe ninguna duda de que la lucha contra nuestros congéneres
está impresa en los genes más ancestrales de la especie y, debido a ello, así hemos
llegado hasta el día de hoy.
Lamentablemente en los largos periodos
de paz los hombres apenas hemos innovado ni evolucionado. Sin embargo, bajo la
presión de una guerra en la que está en juego la supervivencia individual y la
del grupo, es cuando se han realizado los mayores y más rápidos progresos tecnológicos
y evolutivos.
En el mundo de la exploración,
inseparable de la vida misma, ha ocurrido lo mismo. En época de bonanza poco o
nada nuevo se ha aportado, mientras que los grandes descubrimientos siempre han
venido precedidos por periodos de crisis o de necesidad, o en situaciones más o
menos bélicas, buscando la hegemonía de una nación sobre otras, investigando
nuevas rutas comerciales, asegurando el control de determinadas zonas
estratégicas o yendo tras el prestigio y el reconocimiento social del resto de
la comunidad internacional.
Por mucho que nos esforcemos el Homo
sapiens en épocas de dificultad siempre sentirá una tendencia natural hacia
la guerra, como válvula de escape y solución a los problemas, del mismo modo que
la cabra tira al monte o el leopardo busca las ramas de los árboles.
El autocontrol, la convivencia, las
negociaciones, el compartir, la búsqueda de soluciones, forman parte de ese concepto
tan amplio llamado civilización… Algo que los seres humanos nos hemos inventado
para mejorar nuestro nivel de vida sin tener que estar eternamente guerreando.
Ángel Alonso
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