domingo, 1 de septiembre de 2013

Mi camino al Everest

Para todos aquellos que tengáis curiosidad y tiempo, os recomiendo un libro delicioso, escrito en primera persona por Sir Edmund Hillary.



En él Hillary narra su vida desde el momento en el que a los dieciséis años (1935) ve una montaña por primera vez, el volcán Ruapehu en su Nueva Zelanda natal, hasta el final de su aventura tras su descenso con Tenzing Norgay desde la cumbre del Everest. Por si estáis interesados, el libro se llama Mi camino al Everest, es de Ediciones Desnivel, tiene un formato de bolsillo y su lectura es muy agradable.

En las páginas de ese libro tendréis la oportunidad de ir descubriendo a un Hillary humano, con una personalidad dura, perseverante y animosa. Con un estilo sincero y expresivo, podréis seguir paso a paso la emocionante crónica de su ascensión al Everest y asistiréis como espectadores privilegiados a la transformación del hombre en héroe, y no sólo por la consecución de su gesta deportiva, sino que, desde el principio, por la evolución que se irá gestando en su interior, en cada paso hacia la cima, como si de un viaje iniciático se tratase… Y es precisamente de héroes como Hillary en lo que quiero incidir, porque es sabido que la sociedad siempre ha demandado y demandará héroes, y, cuando no los tiene, se los inventa…

Hoy día valores tan positivos para el ser humano como son el espíritu de sacrificio, la capacidad de sufrimiento, el no rendirse jamás, las ganas de conocer, el compañerismo, la solidaridad, el afán de superación, la búsqueda del bien común o la capacidad de trabajo, que resultan imprescindibles para el desarrollo del ser humano, al menos en el concepto clásico de la palabra, son sustituidos por otras estimaciones mucho menos deseables que, a medio plazo, pueden acabar en frustración.

En los tiempos que corren y, sobre todo, gracias o por culpa, principalmente, de la televisión, se nos ofrecen unos modelos de conducta y una serie de personajes, poco edificantes, cuyos méritos no van más allá de haberse acostado con alguien, participar en un concurso o protagonizar algún tipo de escándalo… El espejo en el que en la actualidad se están mirando nuestros jóvenes es tan nocivo que hay quien ya piensa que no vale la pena estudiar, ni esforzarse, y su objetivo en esta vida es ser famoso, sea como sea.

Por todo esto, es por lo que el mundo de la aventura debería ocupar el lugar del que siempre ha dispuesto desde el origen de los tiempos, proporcionando a la sociedad héroes mucho más auténticos en los que fijarse, en lugar de los personajes zafios y vacíos que, hasta la saciedad, nos presentan en los medios de comunicación.

Ahora, como siempre, necesitamos héroes… Héroes reales, auténticos y sinceros como Sir Edmund Hillary… Gracias. 
                                                                                                              Ángel Alonso

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