Para todos aquellos que tengáis
curiosidad y tiempo, os recomiendo un libro delicioso, escrito en primera
persona por Sir Edmund Hillary.
En él Hillary narra su vida desde el momento en el
que a los dieciséis años (1935) ve una montaña por primera vez, el volcán
Ruapehu en su Nueva Zelanda natal, hasta el final de su aventura tras su
descenso con Tenzing Norgay desde la cumbre del Everest. Por si estáis
interesados, el libro se llama Mi camino
al Everest, es de Ediciones Desnivel, tiene un formato de bolsillo y su
lectura es muy agradable.
En las páginas de ese libro
tendréis la oportunidad de ir descubriendo a un Hillary humano, con una personalidad
dura, perseverante y animosa. Con un estilo sincero y expresivo, podréis seguir
paso a paso la emocionante crónica de su ascensión al Everest y asistiréis como
espectadores privilegiados a la transformación del hombre en héroe, y no sólo
por la consecución de su gesta deportiva, sino que, desde el principio, por la
evolución que se irá gestando en su interior, en cada paso hacia la cima, como
si de un viaje iniciático se tratase… Y es precisamente de héroes como Hillary
en lo que quiero incidir, porque es sabido que la sociedad siempre ha demandado
y demandará héroes, y, cuando no los tiene, se los inventa…
Hoy día valores tan positivos
para el ser humano como son el espíritu de sacrificio, la capacidad de
sufrimiento, el no rendirse jamás, las ganas de conocer, el compañerismo, la solidaridad,
el afán de superación, la búsqueda del bien común o la capacidad de trabajo,
que resultan imprescindibles para el desarrollo del ser humano, al menos en el
concepto clásico de la palabra, son sustituidos por otras estimaciones mucho
menos deseables que, a medio plazo, pueden acabar en frustración.
En los tiempos que corren y,
sobre todo, gracias o por culpa, principalmente, de la televisión, se nos
ofrecen unos modelos de conducta y una serie de personajes, poco edificantes,
cuyos méritos no van más allá de haberse acostado con alguien, participar en un
concurso o protagonizar algún tipo de escándalo… El espejo en el que en la
actualidad se están mirando nuestros jóvenes es tan nocivo que hay quien ya
piensa que no vale la pena estudiar, ni esforzarse, y su objetivo en esta vida
es ser famoso, sea como sea.
Por todo esto, es por lo que el mundo
de la aventura debería ocupar el lugar del que siempre ha dispuesto desde el
origen de los tiempos, proporcionando a la sociedad héroes mucho más auténticos
en los que fijarse, en lugar de los personajes zafios y vacíos que, hasta la
saciedad, nos presentan en los medios de comunicación.
Ahora, como siempre, necesitamos
héroes… Héroes reales, auténticos y sinceros como Sir Edmund Hillary… Gracias.
Ángel Alonso
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