Quien
más y quien menos, todos en alguna ocasión nos hemos preguntado qué busca el
ser humano en la cima de una montaña, al otro lado del mar, más allá del
desierto o debajo de la estrella polar…
La
respuesta es compleja. Cada caso es diferente y lo que cada persona busca,
navega por el territorio de lo íntimo. Unos buscarán la satisfacción deportiva,
otros el conocimiento. Habrá quien guste de ponerse a prueba y ver de lo que es
capaz. Y algunos tan sólo seguirán el camino para ver a donde les lleva.
Los
motivos de la búsqueda pueden ser muy diferentes pero, simplificando, al final
lo que se encuentra suele ser muy común y varía en función de diversos
condicionantes empleados en la experiencia, como pueden ser el esfuerzo, el
sacrificio, la penosidad, el talento, la innovación, el ingenio, la dureza o el
riesgo.
Por
regla general, al completar una gesta, encontramos, en mayor o menor medida,
algo que nos acerca a los dioses y que constituye, por sí mismo, el más exquisito
manjar que el ser humano puede degustar. Al conseguir un objetivo, se suele
encontrar una recompensa espiritual con la que los hombres estimulan sus vidas
y, por ella, también son capaces de morir.
Hablamos
de la gloria, algo que aporta reputación, fama y honor. Algo capaz de aportar
un placer vehemente al tiempo que ennoblece o ilustra… La gloria, ¡qué hermosa
palabra! Ángel Alonso
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