Esto podría hacernos creer que
quizás ya está todo descubierto y que no hay lugar en el que el hombre no haya
ya estado… Nada más lejos de la realidad. Todavía quedan cientos de montañas de
más de siete mil metros que todavía no han sido ascendidas, sigue habiendo ríos
que no han sido recorridos y grandes extensiones en las que, es posible, nunca
ha pisado un ser humano. Todos ellos son lugares irresistibles para cualquier
explorador que busque cosas nuevas con las que intentar saciar sus ansias de
aventura.
Porque si hay algo que
diferencia a la exploración del siglo XXI con la del XX, es precisamente el
afán de descubrimiento. Si en el pasado siglo se buscaba el reto, el ser el
primero en alcanzar un punto geográfico, en los tiempos que corren lo que
importa es la innovación, la ciencia, la investigación, el conocimiento, la
divulgación, el hallazgo…
Hoy en día, nada resulta más
atractivo que descubrir los restos de una ciudad perdida, el tesoro de un barco
hundido, los fósiles de desaparecidos animales, nuevas piezas de los ancestros
del hombre actual o el poder fotografiar y hasta filmar a nuevos y desconocidos
seres vivos, en los lugares más remotos e inaccesibles.
La exploración del siglo XXI,
liberada de las presiones de tiempos anteriores, ya no necesita reclamar
territorios, apropiarse de riquezas, someter a otros pueblos o buscar rutas
para el comercio… Sin duda estamos en la antesala de una excitante época dorada
del mundo de la exploración en la que, a los grandes retos del espacio o de las
profundidades abisales, se unirán un mayor conocimiento del planeta y los
avances inimaginables que, en los próximos decenios, aportará la ciencia.
Ser explorador sigue estando
de moda…
Ángel Alonso
Ángel Alonso
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