Las nuevas rutas, las culturas encontradas y el ensanche de los horizontes del mundo conocido, fueron descritos y narrados por los aventureros que acompañaron a Hannon de Cartago, Alejandro Magno o Julio César....
Con el avance de la
civilización y el desarrollo del transporte, las crónicas de los aventureros
fueron ganando en temporalidad, lo que aumentó el interés del gran público por
las noticias y relatos llegados de lugares lejanos. El temor por lo desconocido
y la curiosidad por averiguar que hay al otro lado de la montaña o más allá del
mar, hizo que la realidad se mezclara con la ficción y el resultado fue que la
transmisión y el relato de los hechos se hicieran más literarios y, por tanto,
más atractivos e interesantes.
El desarrollo del comercio y
el ansia de riquezas prodigaron la figura del viajero, en cuyo interior
anidaban, entre otras, dos motivaciones principales: la necesidad y el espíritu
de aventura.
Grandes distancias eran
cubiertas en pos de seda, oro, marfil, esencias, especias o piedras preciosas.
Las penalidades y los peligros del viaje puede que encareciesen las mercancías,
pero, sin ninguna duda, los relatos del viaje y la descripción de los exóticos
lugares de procedencia, aumentaron el interés. Es posible que en aquellos
momentos estuviésemos asistiendo a las primeras aplicaciones del mundo de la
aventura al márketing.
Por itinerarios casi mágicos
como la Ruta de la Seda en Asia, las caravanas en África o el Camino del Inca
en América, circularon un sin fin de historias, crónicas y relatos que
fascinaban a las gentes, convirtiéndolas en consumidores del periodismo de
aventura de la época que, a pesar de sus retrasos temporales, sin duda les
parecería de rabiosa actualidad.
Ángel Alonso
Ángel Alonso
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