viernes, 23 de febrero de 2018

Por favor… Un poquito de responsabilidad…


Vivimos tiempos convulsos, de hartazgo y de frustración, en donde el enfrentamiento a cuenta de cualquier cosa se ha instalado entre nosotros y el tradicional odio cainita español, contra el que ya creíamos estar vacunados, está empezando a “asomar las orejas” y eso no me gusta…


Aunque ya hoy se pone todo en duda y no hay valores, ni principios, ni creencias, que resistan un programa de televisión, todavía me considero una persona sensata, creo que mínimamente formada y, al menos hasta ahora, con dosis suficientes de sentido común para solventar las vicisitudes habituales a las que puede someternos una vida que podríamos calificar como normal… A decir verdad y para no pecar de falsa modestia, debo confesar que, en ocasiones, mi trayectoria vital me ha llevado a situaciones en las que he tenido que tirar de experiencia y de todos mis recursos intelectuales, formativos, morales y espirituales, para intentar salir airoso…

Por acierto o fortuna, la mayoría de las veces conseguí resolver la situación, pero lamentablemente también hubo ocasiones, muchas, en las que, por equivocación, falta de análisis, poca preparación o manifiesta incapacidad, he fallado y he tenido que pagar un precio muy alto por mis errores… Pero de aquellos desaciertos siempre intenté sacar la parte positiva y la enseñanza suficiente como para, en el futuro, evitar volver a tropezar en la misma piedra

Primero debido a la educación recibida en mi entorno familiar y, después, gracias a mi formación profesional, llevo en mi interior un código deontológico, ni mejor ni peor que el de nadie, que intento me guíe en casi todas las ocasiones… Pero es precisamente por ese condicionante por lo que a veces sufro y vivo contrariado al comprobar en el día a día, que no todos los que debieran tiran de un código deontológico, al menos básico o elemental, para guiar sus acciones, lo utilizan o disponen de él.  Cabe la posibilidad de que sí tengan y hagan uso de su propio código deontológico, pero en este caso los resultados dejarían en evidencia su formación y que carecen de la suficiente experiencia y de los recursos necesarios para desarrollar la labor que pretenden realizar.

Por las consecuencias que pueden acarrear los hechos que realizan estas personas, se podría deducir que: o carecen de escrúpulos; o su ignorancia y falta de preparación les debería de haber inhabilitado antes de acceder a donde están… A menudo la realización de acciones de consecuencias imprevisibles acaba generando sufrimiento, tanto a los que se dejan embaucar, como a las gentes cuyo objetivo es vivir tranquilos, sacando a su familia adelante, siendo respetuosos con su condición de ciudadanos y contribuyendo al bien común…

Y es precisamente esa falta de responsabilidad en determinados individuos de nuestra sociedad, a los que considero personajes tóxicos, lo que me “cabrea…” Llevo muy mal la mentira, el egoísmo, la ambición desmesurada, la mediocridad, la poca calidad humana, el doble rasero, el oportunismo, el adanismo, el sectarismo, el populismo, el todo vale… Pero si hoy tuviese que destacar algo que me revuelva especialmente, eso sería la manipulación… Por ejemplo, no soporto sentarme a ver en la tele un supuesto programa de entretenimiento, de máxima audiencia, y que aparezca un impresentable aprovechado “comiéndole el coco a la gente” en beneficio propio y de quien le sostenga…

Espero estar de mejor humor en otra ocasión… Gracias por seguirme,

Ángel Alonso      

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