Bien es verdad que eso es lo que buscan los que huyen de la transparencia o no quieren que se hable de determinadas cosas, y optan por lanzar al terreno de juego muchos balones a la vez, bien con la intención de interrumpir continuamente o, al menos, conseguir confundir y que el partido no transcurra con normalidad.
Por eso, a menudo, igual se hace necesario bajar el ritmo y no entrar a todos los balones. Hay ocasiones en las que una oportuna pausa nos da la perspectiva necesaria para poder distinguir lo importante, de lo que no lo es tanto, y, directamente, seamos capaces de detectar los señuelos y las liebres que nos sueltan, para no invertir tiempo, ni energías, que nos aparten del meollo de lo sustancial.
Al tiempo que a la sociedad se la va desposeyendo de valores, de códigos y de ética, quizás lo más sangrante, sea la normalización del uso indiscriminado de la mentira como herramienta de uso habitual, válida para todo, sin ningún coste y con absoluta impunidad, que hay quienes han hecho del embuste su estilo, marca de la casa.
La mentira es algo inaceptable en cualquier tipo de relación social… pero en un gobernante es la constatación de su incapacidad para el cargo y el desprecio a los ciudadanos a los que ha venido a servir, dogma de cualquier sistema democrático que se precie.
Está claro que algo estamos haciendo mal o muy mal. Tal vez, sin saber exactamente como hemos llegado hasta aquí, vivimos tiempos de enfrentamiento y de odio. Basta con hojear un periódico, escuchar un informativo o ver un telediario para comprobar que es así…
Hay odio, y mucho, en todos los conflictos actuales y, también, en los que están larvados, repartidos por el mundo… Hay odio, y mucho, en la clase política y, en especial, en algunos dirigentes… Y, lo que resulta muy preocupante, el odio se ha extendido y ya está arraigado en la sociedad. Es evidente que, de seguir por este camino, el destino no puede ser otro que el desastre y el despropósito, y la ruina moral y económica.
Hace tiempo hay quien dijo que la democracia es el menos imperfecto de los sistemas de gobierno, pero también es el más delicado y al que más hay que proteger. Una democracia saludable se apoya en dos pilares fundamentales: la libertad y el Estado de Derecho… La democracia es, sobre todo, igualdad… Todos tendrán los mismos derechos y obligaciones, y cada ciudadano debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado. La democracia se rompe con la tensión y la crispación… y solo puede sobrevivir si se apoya en la confianza.
La cosa ya no va de ideologías, va de algo mucho más importante… va de unidad, igualdad y dignidad… va de seguir siendo una democracia plena… va de continuar con nuestras vidas y de asegurar un futuro a nuestros hijos o, por el contrario, seguir con el sinsentido del “método de tierra quemada” hacia el radicalismo, como preludio de una inevitable precipitación al abismo.
Todavía estamos a tiempo. Ángel Alonso
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