Ya tenemos otra vez a Donald Trump en la Casa Blanca… Tan sólo han transcurrido unos pocos días y el mundo ya anda revolucionado especulando sobre lo que se viene encima…
Como declaración de intenciones, nada más tomar posesión del despacho oval, lo primero que hizo fue dar carpetazo a la gestión de su antecesor, eliminando mediante decretos aquello con lo que no estaba de acuerdo e introduciendo un buen número de las medidas que anunció en campaña y que, se supone, le han aupado a la Presidencia.
A diferencia de su anterior mandato, en éste Trump sabe que tan sólo dispone de cuatro años para darle la vuelta a todo y, como él dice, “hacer a América grande otra vez”. El caso es que se le ve desatado, resentido y con ganas de pasar facturas…
Es como el pistolero del Salvaje Oeste que, primero dispara y luego pregunta, y eso le hace muy peligroso. No hace falta que sea el más rápido, ni el que tenga mejor puntería… Le basta con manejar la mucha información de la que dispone, utilizarla en beneficio propio y disponer del mejor revólver… Concentra un poder inimaginable y pobre del que ose retarle o, por despiste, se cruce en su camino.
El mundo toma nota y, una vez que salga de su estado de shock, deberá decidir cómo afrontar esta nueva etapa geopolítica con muy poco margen de maniobra porque, tal y como Donald Trump interpreta las relaciones bilaterales, o se está con él o contra él… Así de simple, como en el Salvaje Oeste…
Y pobre del que, imprudentemente y quizás buscando algo de notoriedad, se atreva a desafiarlo… No es una moneda al aire, ni a la carta más alta, ni un todo o nada, o un puerta grande o enfermería… Por tanto, abstenerse tahúres, embaucadores o filibusteros, porque desafiar a Trump es lo más parecido a un suicidio asistido, pero, eso sí, si el ejecutor es el nuevo mandatario de la Casa Blanca, el suicidio del desafiante será a lo grande, con mucho ruido y una dosis extra de popularidad entre los partidarios del suicida.
El pasado lunes el mundo volvió a cambiar y, como tantas otras veces, ya nunca volverá a ser el mismo. Todavía no podemos saber si será mejor o peor, pero la transformación será inevitable y, como en la historia natural, sobrevivirán aquellos que se adapten a las nuevas condiciones, las afronten con inteligencia y valentía, y evolucionen anticipándose a los cambios que estén por llegar.
Parece mentira, pero, en tan sólo unos días, ciertas ideologías, culturas o formas sociales, no es que hayan perdido esplendor, sino que, directamente, se han vuelto decrépitas y, nadie duda, tienen los días contados… Es así.
Para lo bueno y lo malo, Trump es como el asteroide que acabó con los dinosaurios o como el justiciero implacable que persigue a los que le desafían o le ignoran… Y no tiene piedad, porque puede que su código sea la ley del Salvaje Oeste.
Ángel
Alonso
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