En octubre de 1982, participé en el rescate y distribución de suministros de primera necesidad a los damnificados por las inundaciones ocasionadas por la rotura de la presa de Tous… Fueron cinco días sin descanso y muy intensos, en los que cualquier esfuerzo era poco para ayudar y tratar de aliviar, en lo posible, parte del muchísimo dolor, cuyo aroma impregnaba todo el ambiente.
Todavía tengo presentes aquellos recuerdos, plagados de anécdotas, de duras experiencias y de ejemplos por los que sentir un gran orgullo… Pese a todo, en aquella ocasión las víctimas mortales fueron cuarenta… por lo que me cuesta hacerme a la idea de la magnitud de la tragedia cuando, todo apunta que, el número total de muertos se encamina dramáticamente hacia los doscientos.
Basta escuchar los relatos de algunos de los supervivientes y ver las imágenes del desastre por televisión, para tomar conciencia del horror que han sufrido y que están sufriendo nuestros compatriotas que, de un día para otro, lo han perdido todo y muchos, incluso han perdido la vida.
Es el momento de la solidaridad, de ser generosos y ayudar, en la medida que se pueda, a que los damnificados no se sientan solos… Hay cosas que ya no tienen remedio, pero, además del rescate, en esos momentos críticos es difícil explicar lo que se siente al recibir ropa limpia y seca, agua potable y un poco de comida caliente… Después de una experiencia dramática, el poder hacer uso de una ducha y descansar en algo que pudiese llamarse “cama”, protegidos de la lluvia y a salvo de riadas, resulta impagable… y luego está el consuelo, la ayuda psicológica y, por supuesto, la sensibilidad y diligencia de las Administraciones para intentar que, dentro de lo que cabe, se pueda volver a la normalidad lo antes posible.
Afortunadamente, España somos un país solidario y, la gran mayoría, estamos afligidos y, ante tanta destrucción, deseando ayudar… Pero, lamentablemente, también estamos asistiendo a episodios de rapiña, un delito extremadamente grave, de una miseria moral que sólo puede provocar asco e indignación…
La rapiña es comparable a una violación grupal, destrozan para siempre la vida de quien la sufre, borrando los esfuerzos realizados hasta ese momento y anulando la posibilidad del futuro imaginado… Hay que ser una inmundicia, escoria sin un atisbo de humanidad y una rata con una total ausencia de valores, para aprovecharse de una catástrofe para invadir y saquear, haciendo aún más doloroso lo que ya resulta insufrible… Esperemos que, sobre esos malnacidos, caiga todo el peso de la Ley.
Pero… ¿qué queremos? Vivimos tiempos de asco y miseria moral… Una prueba de ello la tuvimos el pasado miércoles cuando, mientras los esfuerzos se empleaban en rescatar a las víctimas y salvar vidas, el tío del fango y su banda se afanaban en rapiñar el Consejo de Administración de Radio Televisión Española… Al final son lo que son…
Expresamos nuestras condolencias, al tiempo que enviamos un abrazo muy fuerte a los damnificados… Ojalá que el número de víctimas no aumente y nos quedemos lejos de las doscientas.
Ángel Alonso
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